Insisto que se trata de generalidades, y por supuesto, los mediadores no podemos dejar de atender a las especificidades por las que pasa cada pareja y/o cada integrante de la familia, pero conocer esto nos permitirá normalizar las distintas situaciones, o, en caso de ser necesario, derivar los casos que necesitan otro tipo de intervención.
Aquí es común experimentar sentimientos de: desconfianza, vacío por la pérdida de la relación, dolor al experimentar el rechazo de la pareja, temor ante la amenaza de que el otro lo deje, nostalgia por los “buenos tiempos” del pasado, decepción o tristeza por estar atravesando por esta situación.
Es el momento de dividir los bienes que eran de ambos y determinar los derechos y las responsabilidades que los padres van a tener sobre los hijos.
El dinero con el que la casa se mantenía ya no es “nuestro”, ahora cada ex-esposo vive en una casa diferente y no puede contar con el dinero del otro, excepto con lo que se establezca en concepto de cuota alimentaria para los hijos, o en su caso para alguno de los ex cónyuges.
Desaparece la pareja conyugal pero continúa la parental. Ambos deben centrarse en las necesidades de los hijos y buscar la manera de satisfacerlas, aunque en el resto de las cosas no estén de acuerdo.
Los amigos de la pareja se dividen, algunos se pierden y puede aparecer un período de desorientación y soledad. También nuevas amistades.
Se comienza a pensar en “yo” en vez de en “nosotros”. Se vuelve a pensar en los propios gustos, intereses y necesidades; así como en hacer planes propios. Cada uno es responsable de sus éxitos y sus fracasos en vez de culpar al otro/a.
|
|||||||||||||||
|
 Inicio |
 |
 |
Salir  |
