3.1. Sustentabilidad física de la humanidad




El primer punto conflictivo surge del hecho de que la humanidad consume mucha más energía exosomática (cultural) que la necesaria para el mantenimiento del organismo.

Considerando el aumento poblacional experimentado, la cantidad de energía consumida adquiere proporciones tales que hace totalmente ingenuo suponer que el ecosistema global se mantenga en el mismo estadío previo a ese gran crecimiento.

Se han presentado cálculos hace ya una década en los que se indica que el 40 % de la productividad primaria neta potencial de todos los ecosistemas emergidos del globo terrestre es usada, cooptada o pérdida actualmente a causa de actividades humanas (Vitousek et al., 1986). Estos estudios no han recibido refutación a la fecha.

Lejos de ello, el autor principal ha merecido la más alta distinción a la ciencia ecológica, el R. MacArthur Award, gracias al cual ha presentado nuevos análisis sobre la base fáctica de los cambios globales antropogénicos. Señala tres cambios principales de los que hay evidencia sobrada: el aumento del CO2 atmosférico, la modificación en el ciclo global del nitrógeno y los cambios en el uso de la tierra, o si se prefiere en la conversión de hábitats (Vitousek, 1994).



Razonamientos y evidencias fácticas de este tipo son los que tienden a subrayar las restricciones físicas al desarrollo económico de la humanidad. Para este punto parece haber consenso entre los especialistas en que los caminos de acción posibles pasan por algún tipo de reducción en la tasa de consumo de energía y/o materiales.

Se habla de cierta tendencia a la desmaterialización de la economía, en el sentido de que serían necesarios menos kilos de insumos para obtener un mismo satisfactor social. Las corrientes de ecoeficiencia en los procesos industriales se basan en este precepto.
 
 
 
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