Prejuicio y estereotipo

En la base de toda conducta de rechazo y discriminación siempre se encuentra el prejuicio y el estereotipo. Para algunos autores el prejuicio opera principalmente mediante el empleo del pensamiento estereotípico.

Todo pensamiento implica categorías por medio de las cuales clasificamos nuestra experiencia.

Es un modo de intentar aprehender la complejidad de la realidad para hacerla más inteligible.

Pero el prejuicio y el estereotipo tienen otras características, operan mediante categorías rígidas y simplificadas.

Por lo tanto, el prejuicio es un juicio previo, una toma de postura sin mucho conocimiento y poco elaborada. El prejuicio implica sostener puntos de vista preconcebidos sobre un individuo o un grupo, basados con frecuencia en habladurías más que pruebas directas, perspectivas que son reacias al cambio incluso con mayor información.

En esta perspectiva hay diferentes grados: desde el prejuicio diseminado en un grupo pero que no forma parte sustancial de sus atributos de identidad hasta aquellos prejuicios que claramente constituyen los pilares de identidad de un grupo (por ejemplo, un grupo racista).

El prejuicio opera principalmente mediante el empleo del pensamiento estereotípico. El estereotipo es un pensamiento patológico que opera por simplificación extrema, generalización abusiva y utilización sistemática y rígida. Es un esquema simplificado y pobre que hace que uno o dos caracteres se atribuyan a todo un grupo. La riqueza de la humanidad de un individuo o grupo se ve reducida a un mote, a un apelativo: feos, sucios, chorros, vagos, etc. En el estereotipo una cualidad atribuida, una parte, sustituye al todo. Y además de la simplificación, el estereotipo generaliza: se atribuye el mismo carácter a todos los miembros del mismo universo aparente (por ejemplo: todos los chilenos son chorros; los villeros sucios; los judíos avaros, etc.).

Es pues una doble distorsión en la diferenciación categorial: no sólo se equivoca en la atribución de la categorización, sino que se equivoca en la generalización. La utilización sistemática y rígida significa que el estereotipo se aplica siempre y es refractario a cualquier argumentación en contrario.



Cabe destacar que, fundamentalmente en la década del ´90, fueron los inmigrantes de países limítrofes sobre los que se construyeron representaciones sociales de rechazo, humillación e intolerancia. La aparición del “inmigrante económico” derivó en una deslegitimización del inmigrante. El inmigrante pasó a ser un problema en tanto era percibido como una amenaza, pese a que empíricamente quedó demostrado que su influencia en el mercado laboral no era significativa.

En un trabajo efectuado hace algunos años(23) subrayábamos que cuánto más amenazado se sienta un grupo intentará con mayor fuerza deslegitimizar al grupo que considera amenazante.

La deslegitimización permite justificar el comportamiento negativo hacia ese grupo, establecer una diferenciación intergrupal, fomentar los sentimientos de superioridad, establecer la uniformidad grupal y buscar un chivo expiatorio a quién culpar de los problemas más graves que aquejan a la sociedad.

Los estereotipos más frecuentes para ejercer la deslegitimación de un grupo son:

La deshumanización del otro grupo (por ejemplo: ignorantes, animales, bestias).
La marginación como categorización de un grupo como si hubiese violado alguna norma social esencial (por ejemplo: villero, chorro, ilegal).
La caracterización basada en rasgos o atributos considerados como muy negativos e inaceptables (por ejemplo: vagos, borrachos, sucios, usurpadores)(24).
 
23 - Valiente, E. y Szulik, D. (1999) “El rechazo a los trabajadores inmigrantes de países vecinos en la ciudad de Buenos Aires. Aproximaciones para su interpretación”. En Margulis, M. (editor). La segregación negada. Buenos Aires, Editorial Biblos.

24 - Blázquez-Ruiz, F. J. (1996) Diez palabras claves son racismo y xenofobia. Navarra: Editorial Verbo Divino.

 
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