En general, el concepto de discriminación forma parte de nociones de sentido común, lo cual predispone al uso ambiguo y acrítico del término. Cuando en general se habla sobre algo aunque nadie sepa muy bien de qué se trata, allí estamos muchas veces ante una noción de sentido común.
Ante todo hay que señalar que discriminación no es sinónimo de exclusión social, aclaración necesaria pues es común la identificación entre ambos procesos.
Carlos Belvedere(25), cuya línea argumentativa expondremos a continuación, puntualiza que la confusión anterior proviene de tratar la cuestión en el terreno de los resultados, no de los procesos.
La discriminación tiene su especificidad más en las características de la acción que en las consecuencias, de allí que si uno se fija únicamente en los resultados no habría una clara distinción entre discriminación, exclusión, xenofobia, racismo y otras nociones relacionadas.
Belvedere destaca que, para el sentido común, discriminar sería excluir a alguien de determinados lugares (de la política, del acceso a la educación, etc.). Pero discriminar no sería excluir a alguien de determinado sitio, sino hacerlo de cierto modo. Entonces el “cómo” es más importante que el “dónde”.
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El “cómo” para Belvedere sería lo siguiente: discriminar consiste en un proceso reificador. |
Reificar es considerar como cosa algo que no lo es, en última instancia es atribuir cierta identidad a otro y naturalizar dicha identidad, o sea, considerarla fija, inamovible.
Discriminar significa tener una creencia dogmática, persistente sobre otro; para quienes creen o atribuyen identidades cosificadas, no hay argumento posible que sirva para demostrar que alguien no es como se piensa.
Entonces, Belvedere define discriminación como excluir socialmente a alguien pero –aquí viene la especificidad del concepto- en función de una identidad social construida sobre la base de estereotipos sustentados dogmáticamente.
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Finalmente, no hay que olvidar que la discriminación es un fenómeno social, es decir, una creencia colectiva que ha alcanzado cierto grado de legitimación (social) y, en casos extremos, de institucionalización.
Veamos un ejemplo que permita aplicar la definición expuesta. |
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Cuando se habla de “bolita” el término alude no exclusivamente a ciudadanos bolivianos sino a cierto tipo social. Un “bolita” puede ser excluido de ciertos ámbitos (ciertos espacios del mercado laboral, oportunidades laborales y sociales, sitios de recreación como un boliche, etc.) a partir de un estereotipo que ha constituido una identidad social sustentada dogmáticamente. |
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Dicho estereotipo se construye a partir de ciertos aspectos superficiales, poco relevantes (como el color de piel, cierta contextura física), al cual se le adscriben otros rasgos que se consideran articulados de manera inescindibles: sucios, delincuentes, sumisos, afectos al trabajo manual, poca inteligencia, entre otros.
Además este estereotipo tiene una fuerte legitimación social, lo cual se expresa en el uso peyorativo e insultante del término “bolita” –más allá de su procedencia nacional- como modo de deslegitimación de otros que reúnan cierta caracterología física pasible de ser sustrato de la adjetivación mencionada, por ejemplo en estadios de fútbol.
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