1.1 Liberalismo y Keynesianismo


El modelo liberal tiene sus orígenes a comienzos del siglo XIX, etapa histórica que sucede al absolutismo monárquico, que se consolida cuando se constituye el último factor para definir la sociedad capitalista: la construcción de un mercado de trabajo libre.

En este aspecto, Inglaterra fue una precursora, ya que fue la primera en instalar un poder basado en la monarquía parlamentaria sostenida por una fuerte clase burguesa. Permitiendo desarrollar el capital y las industrias. Además de ser la cuna de la revolución industrial.

Una vez madura la revolución industrial, se completa el proceso con la retirada del Estado del terreno de la producción y la distribución, que da como resultado un mercado libre autorregulado. Estos factores dieron un nuevo sello al comportamiento cíclico de la economía capitalista.

“La existencia de los ciclos económicos en un contexto de mercado de trabajo libre operó como eficaz instrumento para disciplinar a la fuerza de trabajo. La fase recesiva del ciclo asociada al desempleo generó el miedo de perder el trabajo y debilitó el poder de negociación de los trabajadores permitiendo un funcionamiento eficaz del ejercito de reserva(1)
(Isuani, 21).

La ley que mantiene constantemente el exceso relativo de población o ejército industrial de reserva en equilibrio con el volumen y la energía de la acumulación del capital, ata al obrero al capital con ligaduras más fuertes que las cuñas con que Vulcano clavó a Prometeo a la roca. Esto origina que a la acumulación del capital corresponda una acumulación igual de miseria. La acumulación de la riqueza en uno de los polos determina en el polo contrario, en el polo de la clase que produce su propio producto como capital, una acumulación igual de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de ignorancia, de embrutecimiento y de degradación moral”
(Marx, “El Capital”, t. I, cap. XXIII)

En el modelo liberal el trabajador, para sobrevivir, debe vender su fuerza de trabajo. De esta manera se abandona la concepción de la responsabilidad del señor feudal sobre el bienestar del siervo.

El mecanismo para que todo aquel que estuviese en condiciones de sobrevivir a través de la inserción en el mercado de trabajo lo haga, fue castigar la mendicidad y la vagancia. La ayuda estatal solo venía mediante instituciones de beneficencia, para aquellos que no estuvieran capacitados para integrarse en el mercado laboral. Pero sus aportes eran tan magros de manera que no fuera tentador dejar de trabajar.

Los procesos de urbanización e industrialización generaron una ejercitación en la conformación de acciones colectivas en el movimiento obrero. Estas acciones están marcadas por tres etapas:

Primero se dan en forma de asociaciones mutuales, sostenida por la colaboración solidaria de los propios trabajadores. Los fondos recaudados se utilizaban para la ayuda de trabajadores enfermos o inválidos y a las familias de los trabajadores que fallecían.


El segundo están las organizaciones de trabajadores , ya no sólo eran organizaciones de ayuda mutua, sino también de defensa y conquista de beneficios laborales. Asumían iniciativas para demandar y obtener, por medio de negociación o conflicto, mejoras salariales, reducción de las horas de trabajo o mejoras en las condiciones de trabajo.


Finalmente, la fuerza de trabajo dio origen a centrales sindicales y partidos políticos que intentaban generar un cambio profundo, generalmente revolucionario, del orden social prevalente. Organizaciones como las diversas centrales sindicales anarquistas, anarcosindicalistas (...) anunciaban desde finales del siglo pasado que (...) los trabajadores se convertirían en un actor con pretensiones de intervenir en el dictado de las reglas de juego de la organización socio-productiva.”
(Isuani, 22).


Este proceso generó la figura de la seguridad social como elemento mediador para prevenir el orden y evitar el conflicto social. Introducida como instrumento de negociación para desradicalizar el conflicto social, implantó la noción del derecho al beneficio por mérito de la contribución realizada para financiarlo.

La incorporación de la figura de la seguridad social deja ver que la  fuerza de trabajo ha adquirido una importancia política imposible de ignorar. A pesar de los  recurrentes períodos de recesión y desempleo, que debían actuar como instrumentos disciplinadores, la acción colectiva y el conflicto protagonizado por las organizaciones que los representaban se desplegaban con un contenido antiestatal y revolucionario.

La gran depresión marca el hito con el cual termina de desmoronarse el modelo liberal, como estructura económica del sistema capitalista.


El modelo keynesiano se instala en el sistema capitalista en el período inmediatamente posterior a La Gran Depresión y logró vigencia en Occidente después de la Segunda Guerra Mundial.

Este período que toma las ideas  del inglés John Maynard Keynes, que  constituyó una reformulación del liberalismo mediante el intervensionismo estatal. En mayor o menor medida inspiró la política de muchos gobiernos occidentales después de la crisis de 1929.

En el pensamiento de Keynes se destacan tres aspectos sobresalientes: sus teorías del empleo, del interés y de los salarios.

Según Keynes, “el capitalismo asiste cíclicamente a crisis de consumo; en definitiva la capacidad de producción de la sociedad capitalista va periódicamente más allá de la capacidad de consumir de la población, hecho central para explicar las recesiones o depresiones económicas”.
(Isuani, 23)

Si pudiera acudirse a mecanismos que lograran mantener constante la demanda efectiva de la población, el ciclo económico no exhibiría sus pronunciados picos y se evitaría así la destrucción de capital que se operaba en cada momento de baja del ciclo y seguramente también el conflicto social que ésta generaba. Como los trabajadores tienen una mayor propensión al consumo que al ahorro, a diferencia de los empresarios que pueden disponer una mayor proporción de sus ingresos para el ahorro y la inversión, una acción del Estado tendiente a estimular el consumo de los primeros tendría seguramente un efecto benéfico sobre el comportamiento de la economía. Los capitalistas tendrían, frente al estímulo de demanda, una respuesta positiva en términos de actividades productivas, en definitiva, traería aparejadas mayores ganancias”.
(Isuani)

Las medidas que se tomaron para que esto sucediera, fueron fomentar el mayor consumo de los trabajadores para que se acrecentara la producción y las ganancias de los empresarios. Para esto, el keynesianismo, institucionaliza la intervención Estatal en la economía y el pleno empleo. Estos dos elementos fueron la piedra angular del Estado de Bienestar.

Las herramientas que utilizó el Estado para moderar las oscilaciones del ciclo económico se pueden resumir en: política financiera, crediticia, arancelaria, impositiva. Además de involucrarse en sociedades de producción de bienes y servicios.

Para la institucionalización del pleno empleo, el estado adoptó medidas legislativas que impedían el despido del sector privado. Además, de la generación de puestos de trabajo en el sector público.

Los cambios en las políticas sociales se pueden observar en la adopción de las instituciones bismarkianas como los sistemas jubilatorios, seguros de salud o esquemas de compensación por accidentes de trabajo. Estos beneficios estaban sustentados por impuestos generales, para que pudieran tener alcance a toda
la ciudadanía.

Estas políticas traen aparejado un cambio en la actitud de los grandes actores sociales. Los trabajadores abandonan su pasado revolucionario, reconociendo los parámetros de la sociedad capitalista. De esta manera adquirieron el reconocimiento de las centrales sindicales y un aumento de salario. A estos avances en los derechos sociales se les sumó la expansión democrática.

Los instrumentos aportados por Keynes dieron un espectacular crecimiento de la producción y la productividad, en un contexto de baja inflación y desempleo. Se había logrado domesticar al ciclo económico. Keynes reinaba en occidente y su inspiración no sólo resolvía problemas del crecimiento sino también los relativos al orden social.

Podemos asociar el Estado de Bienestar en América Latina con los dos mandatos de Juan Domingo Perón, en la Argentina. Dicho gobierno se extendió desde mediados de los años ’40 hasta mediados de los ’50, producto de un proceso que se venía gestando desde la década anterior en nuestro país.

El gobierno de Perón fortaleció la intervención estatal a través de una política verticalista y apoyada en el consenso entre las masas y las altas cúpulas de la industria nacional, la Iglesia y parte de las fuerzas armadas.

La institucionalización del pleno empleo se pudo lograr con el fortalecimiento de la industria pesada en los grandes centros urbanos de la provincia de Buenos Aires, Córdoba y Rosario, principalmente; desplazando al agro a un segundo plano. Se nacionalizaron muchas empresas que estaban en manos de capitales privados, el ejemplo más claro fue la nacionalización de los ferrocarriles. A los trenes se le sumaron los teléfonos, la empresa de gas y algunas compañías de electricidad del interior del país. La reforma más importante fue la nacionalización del Banco Central, desde donde se manejaba la política monetaria y crediticia y el comercio exterior.

La nacionalización de la economía y su control por el Estado fueron una de las claves de la nueva política económica. El mantenimiento del empleo y la elevación del nivel de vida tuvieron una importante raíz política.

Por la vía de las negociaciones colectivas, garantizadas por la ley, los salarios empezaron a subir notablemente. A ellos se le agregaron las vacaciones pagas, las licencias por enfermedad o los sistemas sociales de medicina y turismo, actividades en las que los sindicatos tuvieron un importante papel. El Estado benefactor contribuyó decisivamente a la elevación del nivel de vida, mediante el congelamiento de los alquileres, el establecimiento de salarios mínimos y de precios máximos, mejoras de la salud pública, planes de vivienda, construcción de escuelas y colegios, organización del sistema jubilatorio, y en general todo lo relativo al campo de la seguridad social.

 
(1) Según el concepto de Marx y Engel, la porción de la fuerza de trabajo que no es utilizada cumple la función de presionar sobre el nivel de salario de los activos y sobre el poder de negociación de los sindicatos.
 
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