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Loïc Wacquant / investigador del centre de sociologie européenne del collège de france. Profesor en la universidad de California-Berkeley. Autor de las cárceles de la miseria* |
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Entrevista de Carlos Acebal(1) para “Archivos del Presente”
Según sus investigaciones recientemente publicadas en el libro las cárceles de la miseria, el abandono del estado de bienestar, daría lugar al surgimiento de un nuevo tipo de estado que usted llama estado penal donde, de un tratamiento social de la pobreza se pasa a un manejo punitivo. ¿Cuáles serían las causas de este paso y cuáles sus principales características?
La razón principal es la transformación del trabajo, el incremento del trabajo desocializado, de baja calificación, inseguro y mal pago. Generalmente se dice que el trabajo ha cambiado a consecuencia del desarrollo tecnológico, pero no es la tecnología lo que ha llevado a esto. Comenzando en los años setenta en estados unidos y extendiéndose en los ochenta en Europa occidental, los empleadores y los capitalistas han incrementado su primacía sobre los trabajadores y han restaurado las condiciones para obtener mayores ganancias. Para esto se embarcaron en una estrategia dirigida a desmantelar la protección y los derechos sociales que los trabajadores habían ganado en los últimos cincuenta años, generando nuevamente las condiciones en las que pueden ampliar el margen de ganancia. Pero la gente se resiste a aceptar estas condiciones. Resiste dentro de las empresas o a través de los sindicatos o buscan alternativas al trabajo precario incorporándose a la economía informal, a la economía callejera o, en una parte importante, a la economía ilegal. Para vencer estas resistencias e imponer este trabajo desocializado, es necesario un nuevo aparato, un instrumento que desregule el trabajo, baje la protección social y contenga la inseguridad y el desorden social que genera. Este aparato es el estado penal, al que podemos caracterizar como estado darwinista, ya que glorifica la competencia individual y le propone a la población, como principio de vida, la supervivencia de los más aptos. Para lidiar con este desorden se necesita incrementar el aparato penal. Por un lado, para contener los desórdenes generados por la inseguridad social y, por el otro, para disciplinar a las fracciones de la clase trabajadora que resisten las nuevas condiciones de trabajo. Cuando, por ejemplo, se reprime con la policía el comercio callejero se logra que, para la gente, el costo de utilizar la economía informal, en vez del trabajo asalariado, sea mayor. Además, hace que el trabajo mal pago y sobre explotado sea percibido como normal en el horizonte de la vida de hoy.
Anteriormente, con el modelo del estado de bienestar existían otras formas de gobernar la miseria, que también utilizaban la violencia como instrumento.
En el período anterior el principal instrumento para regular la pobreza fue la combinación de programas de trabajo, educación, salud, etcétera. El trabajo social y la ayuda pública estabilizaban el control y desarrollo de los pobres. Ciertamente, muchas veces eran programas muy intrusivos y paternalistas. Por ejemplo, en estados unidos, en los años sesenta y setenta, cuando las madres solteras recibían ayuda, los trabajadores sociales tenían derecho a entrar a sus casas para controlar quién dormía y quién no y para controlar sus finanzas. Hubo toda una serie de medios de control adjuntados a recibir la ayuda social. Pero hoy los programas sociales han sido transformados en programas para empujar a los pobres hacia el mercado de trabajo y en un sistema de prisiones para contenerlos.
Además asistimos, junto con la globalización de la economía, a un retorno de los nacionalismos, el racismo y la xenofobia que en cierta forma favorecen estas políticas coercitivas.
La desregulación y la apertura de las economías nacionales, han incrementando la circulación de trabajadores y la inmigración, lo que también obliga a los trabajadores a reducir su estándar de vida por tener que competir por trabajos explotados, y esto produce divisiones en la misma clase trabajadora, xenofobia y racismo que generan violencia, entonces hay que reprimir los conflictos y se necesita más policía. Existe una relación entre la desregulación de la economía que produce desocupación, inseguridad y xenofobia, y la justificación de la intervención policial. A veces se piensa que el crecimiento del rol del estado en asuntos penales, en términos de policía y sistema carcelario, es contradictorio con el proyecto neoliberal, donde su eje es menos estado y más mercado. Pero en realidad vemos que son políticas que se complementan, son dos caras de una misma moneda; por un lado la mano invisible del mercado, y por el otro, la fuerza del estado penal. Esto se puede apreciar en las campañas electorales, cuando se difunden las ideas de los think tanks del Manhatan Institute, que primero propusieron el desmantelamiento del estado de bienestar, la desregulación de la economía y diez años después su principal eslogan es más estado (tolerancia cero, trabajos en las prisiones, etcétera).
Para implementar el estado penal que tenga la capacidad de regular a un gran número de personas se deben hacer enormes inversiones en presupuesto, en personal. Una de las cosas que los políticos omiten cuando se refieren a la tolerancia cero, es de dónde va a salir el dinero, cuánto cuesta poner a la policía en los barrios, arrestar a los delincuentes e infractores y mandarlos a la cárcel.
Recientemente, en buenos aires, el congreso aprobó una ley para flexibilizar el trabajo y en el marco de las últimas elecciones para autoridades de la ciudad, asistimos a una campaña histérica sobre la seguridad, junto a promesas de reducir los impuestos.
Justamente, cuando los políticos argentinos hablan de tolerancia cero, no dicen de dónde va a provenir el dinero. Pero estados unidos nos da la respuesta: proviene de los programas educativos, de los programas sociales y de los programas de salud. Tomando el ejemplo de Nueva York, desde 1993 hasta 1997, aumentó el número de agentes de policía en un cincuenta por ciento; sumaron 18.000 efectivos; en el mismo período, bajó el número de personal en trabajo social en un cincuenta por ciento. Y el reducir los presupuestos sociales lleva a un aumento de la inseguridad. Otra consecuencia es que al arrestar a miles y miles de personas, se empantana el sistema judicial, se vuelve totalmente disfuncional, porque hay como una ola humana que le pega y lo único que puede hacer es realizar procedimientos legales muy rápidos, los que además de aumentar la desigualdad frente a la ley, hacen que el sistema de prisiones se vea sobrecargado.
Esta política repercute sobre todo el sistema de justicia criminal el cual, en realidad, se transforma en una enorme maquinaria para el reciclaje de la basura social, que ni siquiera pretende tener alguna función en relación al crimen, no pretende hacer ningún tipo de rehabilitación, ni siquiera pretende neutralizar a los criminales. Porque el ciclo es demasiado rápido. La gente que maneja las cárceles más grandes de los estados unidos, como la cárcel de los ángeles que alberga a 23.000 presos, me dice que simplemente procesan a la gente lo más rápido posible, y para describir cómo trabajan usan la expresión caos controlado. Esto nos indica a qué lleva esta política.
La mayoría de la gente no piensa que el aumento del aparato penal y la desregulación del trabajo son dos políticas complementarias. Por un lado se crea mayor inseguridad, no solamente para la gente que tiene los trabajos inferiores, porque es una norma que cuando el trabajo de la clase obrera es muy inseguro, todos los trabajos se tornen inseguros, aun el trabajo de la clase media, y esta sensación de inseguridad circula por la sociedad como una especie de flujo de energía. Por otro lado, la política represiva se proyectó sobre los pobres, los inmigrantes, los ilegales, porque ellos son el símbolo de la declinación social, de la degradación social. Cuando los miembros de la clase media ven a los pobres en las calles, piensan que si esta situación continúa éste podría ser yo.
Pero, volviendo a su pregunta, si los políticos argentinos importan la tolerancia cero, es porque existe una demanda con relación al crimen en la sociedad argentina, pero si uno realmente quiere disminuirlo se deben aplicar estrategias políticas que arranquen de raíz el problema, combatiendo la precariedad, la marginalidad, etcétera. También porque existe una activa campaña internacional de marketing para exportar esta política ideada por los principales think tanks neoconservadores que intentan universalizarla. Es sugestivo ver que en Nueva York no se la llama política de tolerancia cero sino de calidad de vida. Yo me pregunto ¿calidad de vida de quién? Calidad de vida de la clase media que quiere tener las calles limpias, sin pobres, sin mendigos, sin prostitutas. La clase media y las clases altas son las únicas que hoy votan en las elecciones locales en estados unidos, ellas están retornando a las ciudades, luego de dos décadas de huir a los suburbios, entonces quieren que la ciudad sea más agradable para habitar y consumir.
Los medios de comunicación también juegan un papel importante en esta articulación entre pauperización de la sociedad, políticas represivas y demanda de seguridad.
Otra forma en que se origina la demanda de seguridad es en la difusión de la sensación de inseguridad, de inseguridad social, de declinación social, etcétera. Porque la alta demanda de seguridad por parte de las clases media y alta, no se corresponde con la tasa de criminalidad. En realidad la mayoría de los crímenes callejeros se producen en los barrios marginales. El centro de buenos aires es tan seguro como cualquier ciudad de Europa, incluso lo veo más seguro que el de Nueva York; aquí uno puede caminar tranquilo durante la noche. Pero por qué la gente en estos barrios siente que necesita más seguridad. Porque existe una compleja sensación de inseguridad, que a la ausencia de seguridad en su propia posición social le suma la ilusión, creada por los medios, de que el crimen está en todas partes. Cuando se produce un crimen en una villa miseria, la televisión lo introduce en la casa de cada uno de nosotros, y creemos que la probabilidad de que haya un crimen serio es realmente alta. Lo mismo sucede en estados unidos, la gente que tiene más temor, es la que vive en aquellos suburbios donde la tasa de criminalidad es la más baja.
En América Latina en las últimas décadas se vivió y se vive un difícil proceso de recuperación y consolidación de la democracia. Este estado penal que parecería presentarse, ¿cómo cree que puede incidir en este momento?
En el caso de la argentina, es paradójico, adoptar estas políticas es verdaderamente revivir el estado dictatorial, del cual la sociedad argentina acaba de salir. Es una política muy peligrosa porque se sabe dónde comienza pero no dónde termina. Si se restablece la dictadura sobre los pobres, quién va a garantizar que en el futuro, lentamente o eventualmente, se expanda, de a poco, sobre todo el conjunto de la sociedad. Lo curioso es que esta política es planteada por todo el espectro político, tanto desde la izquierda como desde la derecha. Sabemos que este tipo de políticas gusta más a las derechas, está en su filosofía. Lo nuevo es que la izquierda también plantea un estado más reducido en los frentes económico y social, y más fuerte en temas policiales y penales. Mientras creen competir con la derecha para socavar el atractivo que tienen estas políticas, lo que hacen es legitimar esta visión del estado. Una vez establecido este juego, cuál es el límite del círculo. La gente va a seguir luchando para ver quién es más fuerte, mano dura contra mano doblemente dura.
Por otro lado hay otro tipo de crímenes que no se combaten de la misma forma ni con el mismo fervor.
Hay un costo invisible en el discurso maníaco y en la política de tolerancia cero, porque hay una visión selectiva de los crímenes a combatir. Todo el mundo se olvida del crimen organizado, del tráfico de drogas en grandes niveles, de los crímenes de cuello blanco, de la corrupción política, etcétera, que producen grandes daños; generan enormes costos económicos y socavan las instituciones democráticas. En todas las sociedades tanto de Europa como de Estados Unidos o Latinoamérica, a través de muchos estudios, se comprobó que el costo de los crímenes de cuello blanco o de los simples crímenes impositivos, como evasión, defraudaciones a la administración pública o fraude a leyes fiscales, es mucho más elevado que el de los crímenes callejeros.
Quisiera ver qué ocurre entre los políticos si se aplicara la tolerancia cero a todo el espectro de crímenes existentes, empezando por la corrupción. Porque la corrupción política es una violación a los principios democráticos. Si quieren importar políticas de estados unidos como tres strikes y out, apliquémosla a todos los crímenes. Si un político es corrupto y viola las leyes por tercera vez, out, prisión de por vida. ¿Cuántos políticos, cuántos líderes de las grandes corporaciones que violan la legislación laboral diariamente querrían esto hoy?
¿Qué alternativas pueden manejarse frente a esta combinación de circunstancias económicas, políticas, sociales, externas e internas, reales e imaginarias, que provocan inseguridad y que obligan a una respuesta rápida?
Es importante rescatar que las sociedades que han tenido estados reguladores fuertes, como holanda, Alemania o los países escandinavos, tienen un buen rendimiento económico, menos desigualdad, menos crímenes y menos necesidad de incrementar el estado penal. Si tomamos el ejemplo de Noruega o Austria, es más, han comenzado a implementar medidas de excarcelación. Creo que es muy importante rechazar la visión neoliberal y sostener el proyecto de construir el estado social. En lugar de tomar una actitud defensiva, es importante luchar por nuevos derechos, y mostrar que sólo institucionalizando más derechos, se puede reducir la desigualdad y crear una sociedad realmente democrática. De otro modo las sociedades con desigualdades profundas se rompen en dos piezas, la gente de los estratos altos no se relaciona con la de los bajos, no se identifican unos con otros, no comparten las mismas instituciones. Y cuando esto ocurre, la opción más fuerte para volver a unir la sociedad es un estado autoritario.
Es una gran paradoja que la argentina esté importando esta política de estados unidos. Es cierto que en ese país la tasa de criminalidad bajó, pero en realidad porque la economía mejoró. De todas formas, estados unidos es el país que tiene la tasa de crímenes más alta, en especial la de crímenes violentos. Pero la razón por la cual los políticos argentinos quieren importarla de estados unidos es porque hoy es, además de la única superpotencia, una potencia simbólica. Encarna la modernidad, la nueva sociedad, y se cree que todo lo norteamericano es bueno, pero otras sociedades tienen mejores políticas. Si uno compara las condiciones de vida del tercio inferior en estados unidos y en Europa, vemos que la situación es mucho mejor en Europa, porque hay un estado de bienestar que provee un piso mínimo por debajo del cual la gente no cae.
Sin embargo el estado de bienestar ha demostrado también
muchas fallas...
Por supuesto, principalmente porque estaba basado en un sector de trabajo que tenía deficiencias. Es más, ni siquiera habría que llamarlo así, habría que llamarlo estado social, porque es el estado para todos, es el estado que representa a la sociedad, el estado que le permite a la sociedad alcanzar la cohesión y la solidaridad entre gente de diferentes clases, orígenes o religiones. Hay que crear nuevos derechos, nuevas instituciones. En Europa occidental ha comenzado un movimiento que generó el derecho a la subsistencia, el derecho a una renta básica para todo ciudadano, sin considerar si trabaja o no. La idea es que en una sociedad rica, que genera enormes excedentes, es deseable que todos tengan un ingreso mínimo para participar en la sociedad, en vivienda, salud, consumo, etcétera. De otra manera, si la gente queda fuera, se genera inseguridad y crímenes. Esta idea hoy puede sonar como utópica en la argentina, en Europa era así hace diez años. Ahora, luego de muchas discusiones e investigaciones, se está estudiando seriamente institucionalizar la renta al ciudadano, hay leyes que se han propuesto y se están estudiando en el parlamento europeo. Otra ley que se ha propuesto recientemente a este parlamento es regular la actividad financiera y gravar las transacciones de capital especulativo de corto plazo con la que se conoce como tasa tobin (en honor al premio nobel de economía, James Tobin). Hace diez años esto era inimaginable. Hoy está siendo discutido por los parlamentos de seis países.
No debemos sucumbir ante el fatalismo de la visión neoliberal del mundo que dice que nada se puede hacer, que ningún derecho se puede obtener, que ninguna resistencia puede tener éxito. Ellos quieren que sea así porque si uno cree que nada puede hacerse no se hace nada. Es muy importante librarse de esta visión, que presenta a la dictadura del mercado como algo necesario y eterno y recapturar el debate público sobre nuevas posibilidades, recuperar la inventiva, para ser realistas y utópicos al mismo tiempo.
Pienso que los medios como revistas, diarios, etcétera, juegan un rol fundamental para abrir esta discusión, aprender de las experiencias de otros países y dejar de pensar que la supremacía del mercado es la única alternativa.
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* Las cárceles de la miseria. Ed. Manantial. Buenos aires, 2000. |
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