Tema 3. Orientaciones Teórico-Metodologicas Modernas Y Perspectivas Sobre La Sociedad Argentina

 Por Juan Villarreal

El siglo XX fue decisivo para el desarrollo y enriquecimiento de las doctrinas clásicas en lo social, económico, político.


Desde el liberalismo de Smith y Ricardo o las concepciones centradas en la pregunta por el cambio social (Marx) o la integración normativa (Durkheim) encontraron continuadores y modificaciones en el siglo pasado. Keynes enriqueció la teoría económica con sus ideas del pleno empleo, el asistencialismo social, el Estado de bienestar y las necesarias correcciones a un capitalismo que habría hecho crisis.


Desde posiciones de izquierda, tanto Gramsci con su énfasis político en la sociedad civil consensual- como Aglietta -con su análisis riguroso de las condiciones de reproducción de la economía privada-, expresaron las repercusiones y paralelismos analíticos del keynesismo. En el plano de la acción política, el peronismo (en Argentina), el cardenismo (en México) y el varguismo (en Brasil), expresaron otras implicancias del mismo.


Pero quizás fue el neoliberalismo-en las variadas expresiones de Von Heyek, Fridman- el verdadero sucesor del keynesismo.


El tratamiento de esta concepción vigente hoy en nuestro país aunque cada día muestra más signos de debilitamiento de este "pensamiento único"-, lo haremos centrándonos en la situación argentina.


Hay una evolución histórica de los papeles sociales ocupados por la pobreza, la marginación y las diferentes formas de exclusión social:

Una evolución de las prácticas sociales de los pobres, un cambio en la subjetividad de la pobreza-esclava, campesina, servil, obrera, etc., así como en la mirada intelectual sobre el problema y en las reglas, disposiciones, mecanismos de la acción en relación con los pobres. En última instancia, imágenes cambiantes de la estructura social: homogénea, heterogénea, concentrada, diversificada, con propiedad sobre el trabajo, con trabajo libre, con sujeción a la tierra, etc. Imágenes en el marco de las cuales la pobreza adquiere características distintas, se achica, crece, fractura la sociedad o
la amenaza.

En este punto no agotaremos todas las manifestaciones, no trataremos sus diferentes formas de rebelión, ni nos acercaremos a todos sus líderes intelectuales. Sí centraremos en los enfoques teórico-prácticos de manifestación de la pobreza, enfatizaremos las formas urbanas que ha adquirido y le daremos un espacio mayor a las expresiones presentes -aunque su origen se remonte a otros tiempos-en este siglo de la humanidad. Desde luego por último , analizaremos el caso latinoamericano y, dentro de él, la situación argentina, sin dejar de tratar experiencias o aportes de otras latitudes, pero vistos desde la perspectiva de nuestra problemática actual.

Es así que aparecerán los “pobres” y los “esclavos” del cristianismo, así como los “obreros”, “proletariados” y “lumpenproletariados” del socialismo, pero también los asalariados del keynesismo. Objetos de análisis desde una perspectiva determinada-en los que el término empleado connota una visión específica-, registro de unas prácticas de los actores sociales, propuesta de unas reglas de transformación desde ciertos lugares dados (El Estado, el sector privado, los movimientos sociales, etc.), y la problemática teórico-práctica que los avala con sus valores, conocimientos, experiencias, predicciones, objetivos y medios diversos (sistemas problemáticos de acción: SPA)


No nos interesa tanto analizar formas de la pobreza, el desempleo, la marginación, desde un "paradigma" determinado (a lo Thomas S. Kuhn) que vive el experimento científico de laboratorio o similares y apunta al control de variables en los marcos de una ciencia "normal" determinada; o a partir de una "imagen" científica que recoge los aspectos hipotéticos, psíquicos y valorativos del conocimiento (Wilfrid Sellars). Como tampoco nos restringimos a la "problemática teórica" que (en autores como Louis Althusser) separa la práctica política de la práctica científica o teórica, para el concepto de episteme que se plantea en Las palabras y las cosas (de Michael Foucault), como sustrato conceptual y combinatorio del pensamiento social de una época.

En nuestro caso, pretendemos partir del concepto de problemática: como una forma de aproximación, ordenamiento y resolución concreta de unos problemas determinados, en donde se encadenan preguntas científicas con problemas prácticos, experimentos y experiencias, conceptos teóricos y nociones operativas, predicción y proyecto, investigación pura o aplicada con evaluación de acciones, imagen de la estructura social y políticas sociales determinadas, verdad del conocimiento y eficacia de los métodos de resolución de problemas sociales.


En función de estas consideraciones, trataremos de identificar la problemática discursiva y fáctica, científica, masiva, religiosa o valorativa, de ciertas concepciones que tuvieron que ver con el tema de la "pobreza" en la historia de la humanidad, que hoy, de una u otra manera, tienen una cierta vigencia histórica en general y en América Latina en particular. Así haremos referencia: al cristianismo como movimiento social y pensamiento religioso (en la figura de Jesús y en los textos "sagrados"); al liberalismo primigenio (en A. Smith y en las primeras experiencias de mercado libre), así como a sus derivaciones neoliberales actuales; al socialismo y sus formas de lucha social, de defensa de la pobreza y los trabajadores (tomando como principal referente conceptual a Marx); a las formas de la socialdemocracia (con especial referencia a la figura de Max Weber); y por último al keynesismo o Estado de bienestar, con sus análisis del capitalismo moderno y sus propuestas prácticas de resolución de los problemas de crisis y desempleo (aquí John M. Keynes será el referente conceptual básico).

No se trata de una enumeración exhaustiva de concepciones "básicas" teórico-prácticas -en nuestra terminología, de problemáticas, de modos determinados de encarar v resolver los problemas de la pobreza y la exclusión social-, pero sí de un listado de sus principales exponentes con vigencia actual y vinculados a nuestras preocupaciones señaladas, caracterizables también por:

  • su "universalidad",
  • su influencia masiva,
  • su carácter -variable, pero siempre presente-
  • "valorativo" y no exclusivamente racionalista,
  • científico, abstracto;
  • en última instancia, proclives a una cierta religiosidad secularizada o a una asunción de lo ideológico -en particular como formas de ideología de masas, con sus prácticas concomitantes-, que supo materializarse en hechos sociales,
    cambios e instituciones.
  • por la asunción consciente de una cierta problemática concreta
    teórico-práctica (SPA)(2).

Somos conscientes del progresivo deterioro de la vigencia histórica de los movimientos histórico-sociales, de su carácter "integral" en el condicionamiento de las conductas sociales. Movimientos, partidos, asociaciones, formas diversas de organización participativa, parecen disolverse o entremezclarse en un calidoscopio de roles diversos. Porque se ha dado un proceso de individuación en el que lo "corporativo" se desdibuja pero sin desaparecer; es como si se fragmentara en haces diversos de inserción barrial, política, escolar, cultural, que a medias sólo se recuperan en el sentido "integrador" que les confiere cada persona, y a medias no se recuperan en sentido alguno. Pero que indudablemente se sitúan en mayor medida en un plano "microsocial".

  • Tal vez el sentido recuperable con más probabilidades es el que da el centro, el poder concentrado, el núcleo dominante de la "inclusión".
  • Y cuanto más nos alejamos del centro del poder (de los grandes propietarios, los famosos, los gobernantes, los poderosos y ricos), más se acentúa la centrifugación, una individuación desperdigada, una búsqueda en todas partes o colores para obtener concesiones o asistencia.
  • Pero básicamente una conciencia "fragmentada", en la que sólo alumbran los destellos de: la identidad territorial, un cierto rechazo a las formas de exclusión social que impone el sistema -y que se expresa en transgresiones- y los rudimentos de una solidaridad de base sociocultural.

De todas maneras, en los efectos sociales de la actividad del Estado, de los partidos políticos, de las organizaciones populares y de programas sociales de diverso origen, se advierte la impronta multifacética de historias anteriores.

Es difícil pensar en la presencia práctica de la "caridad" cotidiana u organizada sin remitirnos al cristianismo. Pero tampoco cabe referirnos a los hechos del "asistencialismo" sin instituir la presencia del keynesismo-populismo; o tal vez, hacer referencia al "mesianismo" transformador en lo social sin aludir al socialismo marxista; o la "promoción social" sin que aparezca el nombre de las socialdemocracias y de Max Weber.

De tal manera que, en el mismo momento que se presenta una individuación desperdigada, los estragos geológicos de movimientos históricos anteriores -cristianismo, socialismo, liberalismo, etc.-. hacen sentir su presencia en los márgenes de una acción social compleja, en cuyas prácticas se manifiesta el arco iris variable de acciones diversas, que se combinan, pero también se mezclan con desorden o se yuxtaponen.

En su falta de orden expresan la articulación desordenada de perspectivas conceptuales diversas -propias de la ciencia, la teología o las utopías, frente a las cuales el concepto de paradigma no es más que una "parcialidad”-; en las que están presentes el mesianismo, los ritos paganos o la racionalidad científico-tecnológica de la acción
social moderna.

  • Porque esas problemáticas que expresan modalidades diversas -las mismas "perspectivas" conceptuales, los "enfoques" de acción y las "prácticas" sociales concomitantes-, se engloban conceptualmente en sistemas problemáticos de acción en los que la relación entre ideas y actor es parte de un mismo movimiento.

Aquí cabría, en el curso de nuestra investigación -habrá que hacerlo paso a paso- analizar el papel de los liderazgos intelectuales que fundaron o impulsaron las diversas perspectivas (Jesucristo, Adam Smith, Keynes y otros); pero también, encadenadamente con ello, observar el rol zigzagueante y contradictorio de las prácticas sociales que fueron constitutivas de esas conceptualizaciones, o que resultaron de ellas; formas de accionar social habitualmente regidas por determinados enfoques teórico-prácticos con algún grado de relación con esas perspectivas y prácticas, pero que operativamente se presentan -más que como una estructura lógicamente consistente- como "mosaicos de posibilidades" cambiantes. Así también ocurre con las prácticas y quizás, aunque en menor medida, con las perspectivas conceptuales (sean religiosas, científicas o de base experimental). Siendo así las cosas, los difusos, fragmentarios, individuales, sistemas problemáticos de acción que connotan habitualmente a las políticas sociales resultan de síntesis ex-post, porque no se deducen de un sistema lógico predeterminado, porque su coherencia y estructuración es sumamente débil.


De todas maneras y hechas las aclaraciones, empezaremos por referimos a estas problemáticas de acción, haciendo eje en las perspectivas conceptuales que las acompañan. Por eso, provisoriamente, nos centraremos en los grandes relatos de autores que fueron fundadores e impulsores de las corrientes que se mencionan.

Sólo en algunos de ellos se percibirá un vínculo relativamente estrecho entre el decir y el hacer -bajo el mirar atento de los intelectuales "puros"-, que dará lugar a un sistema de acción, de tácticas y estrategias: Jesús, Marx, Keynes. La materialidad de su pensamiento connotará paradójicamente de religiosidad su accionar. En Adam Smith y Max Weber -tal cual serán tratados más adelante-, la conexión con los hechos terrenales trascenderá con mucho sus propias explicitaciones. Pero no siempre hoy el neoliberalismo, heredero de Smith y Petty, reintroducirá en ese viejo pensamiento secularizado los rasgos de dogmatismo, monopolio y autoritarismo, propios de algunas formas religiosas tradicionales.

Por respeto a la cronología, pero también por el argumento que venimos desarrollando, resulta necesario iniciar nuestro tratamiento con los orígenes de una religión hoy importante en el mundo.

La corriente valorativa triunfante en los últimos años del siglo XX, la problemática que guía nuestro tiempo en Occidente, es el liberalismo favorable al mercado privado.

La defensa del desarrollo capitalista ha demostrado -frente al fascismo, el socialismo, los populismos, el islamismo y otras variantes- su vigencia y su capacidad integradora. Su perspectiva secularizados, enfrentada monetariamente a toda forma de mesianismo, pone al dinero como primer factor pacificador: enfrentando a mesías y guerras con capital y comercio internacionales. Hay un efecto parcialmente pacificador del capital frente al cual la violencia, el heroísmo y el mesianismo se diluyen. Se trata de una acción superadora del feudalismo que resulta efectiva porque instaura otros valores, normas, símbolos.

De lo corporativo, religioso y mesiánico, se evoluciona lentamente hacia la "individuación", la secularización y la neutralidad afectiva. Se generalizan las relaciones salariales, el desarrollo industrial -precedido por fenómenos generalizados de conquista, piratería y corrupción- y el establecimiento sin precedentes de un mercado de consumo en expansión. Aunque, desde luego, hay una distancia considerable entre el liberalismo clásico y el neoliberalismo actual.

Este movimiento individualista -que no es movimiento social en sentido estricto, ni tiene a los "pobres" de su tiempo como principal preocupación, sino a la reformulación de la riqueza y al protagonismo social de los "ricos"-, este capitalismo basado en la acumulación, encuentra sus primeros intérpretes en Petty, Smith y Ricardo.

Adam Smith trata de formular con el mayor rigor posible los dispositivos fundamentales que hacen del capitalismo una economía posible. Pero este desarrollo socioeconómico acumulador de riqueza, que enriquece a los ricos poseedores, en su forma clásica también supone:

  • el mejoramiento de los pobres,
  • la ocupación aumenta en términos "absolutos",
  • los salarios "reales" crecen a partir de cierto momento y
  • el obrero construye -con la estabilidad laboral- su casa familiar y su casa laboral. (Al menos considerando, comparativamente, al capitalismo liberal adulto con nuestro capitalismo neoliberal Latinoamericano de hoy). "Todo tiempo pasado fue mejor": para los pobres.

La economía de mercado privado de la que hablan Smith y Ricardo contiene una tendencia a la homogeneización estructural, a la generalización de la relación salarial. No implica un mecanismo sistemático de "segmentación" y de "fractura" sociales. Establece una dinámica de desigualdad socioeconómica -extensiva a Smith, Ricardo, pero también a Keynes o a Weber generadora de conflictos entre "contrarios" en un sistema de estratificación, que no deriva necesariamente en formas de fractura social en las que los "distintos" se vuelven motivo estructural de segregación, de confinamiento territorial en "villas" y de pérdida de la ciudadanía.

Todo ello habla de cambios estructurales en las sociedades capitalistas de los últimos tiempos, coherentes con una evolución doble del capitalismo clásico a sus formas keynesianas _y con la caída estrepitosa de estas últimas, al ritmo del resurgimiento de un liberalismo estricto -guiado por Reagan y Thatcher- que divulgó Milton Friedmann en su momento(3).

Smith basó su pensamiento en la realidad del mercado, en ciertas ideas de los estoicos romanos y en una concepción naturalista de la sociedad. En el pensamiento y en las prácticas que connotan la obra económico-filosófica de Adam Smith -en última instancia, en los marcos teórico-prácticos de la problemática concreta en que se inscribe- está sistemáticamente presente una perspectiva "naturalista" que se combina con una fuerte dosis de "individualismo". Todo lo cual oscurece el papel de la sociedad, el rol del ser humano como ser social.

Para Smith en su Teoría de los sentimientos morales, la conducta de los hombres se regula básicamente por:

  • el amor a sí mismo,
  • el deseo de la libertad,
  • el sentido de propiedad,
  • el trabajo y la tendencia a permutar las cosas.

Por detrás de la realización del propio beneficio de los hombres siempre estaba -para el autor- “una mano invisible que le conducía a un fin que no necesariamente favorecía a su propósito”.

En todas estas cuestiones, el Estado era secundarizado, porque la intervención estatal en los negocios alternaba el equilibrio natural. Ante el libre ejercicio del interés individual de los poseedores cualquiera fuera el origen de la posesión misma-, en un marco de competencia "natural" y espontánea, la representación intervencionista de la mano visible del interés general se haría contraproducente.

Esa innecesariedad del Estado -de la mano visible de intervención del poder en los negocios privados, en la "sociedad" de Smith- pudo tener cierto sentido en condiciones de un capitalismo joven, marchando hacia la adultez. Un sistema de economía privada que podía regularse relativamente, con piratería y corrupción que podía atender a los pobres de su tiempo y apoyaba sus actividades en una economía real productiva que hacía crecer al conjunto de la sociedad (aunque con marcadas desigualdades).



Pero en economías en que el capital ficticio especulativo es constante (con sus oscilaciones en la Bolsa, con capitales "golondrina" que vienen y van sin enraizarse en la producción, y con fracturas de proporciones que dejan afuera del sistema a vastos sectores sociales, resucitar a Adam Smith en nombre del neoliberalismo o el monetarismo resulta un contrasentido. Es proponer lo mismo en otras condiciones.

El capitalismo clásico expresado por las ideas liberales de Petty, Smith y Ricardo, presentaba un estilo de producción tendencialmente homogeneizador el marco de la sociedad global(4) en el que el "pobre" de su tiempo, el trabajador asalariado, era poseedor de alguna mercancía significativa: su trabajo su fuerza de trabajo, sus calificaciones, que eran su "hombría".

Hoy en América Latina, el "pobre de nuestro tiempo", se caracteriza por no poseer cosa alguna: ni su fuerza de trabajo que no es vendible en el mercado, ni calificaciones adecuadas, ni un empleo relativamente estable, ni su pertenencia a un "partido'", su inclusión en el marco de culturas socialmente aceptadas, ni el dinero, ni automóvil, ni casa, ni un territorio de asentamiento legalmente establecido ni, quizás, la condición humana.

En el límite, la pobreza extrema es exclusión social, es la negación en estado práctico de todo lo que significa positividad, éxito y valoración para la cultura del hombre neoliberal, del hombre del capitalismo actual(5). Sólo resta, para los pobres latinoamericanos de hoy, un territorio común. Pero en muchos casos es un territorio ajeno, que no es de su propiedad. En un nivel más profundo, ese territorio opera como base comunitaria de contención estamental, cultural, social, más que como un bien en sí mismo; puede querérselo aunque no se lo posea y, tal vez, quererlo más en la medida que no se es propietario. Estrictamente, se lo "posee" como bien no transable, del que no se puede disponer. Las escasas solidaridades que la sociedad dominante le permite ejercer al pobre actual (combinadas con individuación, trasgresión y robos hacia fuera y adentro), porque en términos generales le enseña todo lo contrario, tienen su punto de apoyo básico en ese suelo comunitario. Seguramente aquél se halla vinculado con un estilo cultural traído de sus comunidades de origen, menos distante de un sentido común de pertenencia, que el que desaparece en las grandes ciudades de la economía de mercado. Articulados entre si por relaciones cara a cara que frecuentemente se trasfiguran hacia afuera -la gran ciudad- en "ladinismo"; en saber mentir en un lugar porque se dice la verdad en el otro.

Pero todas esas consideraciones tienen que ver con un liberalismo "desarrollado", transmutado en neoliberalismo latinoamericano; pero también nos hablan de un capitalismo anterior que todavía llevaba en su seno los vestigios de la comunidad que lo había precedido -y lo trasladaba hasta las pequeñas ciudades, en el mundo comunitario de las fábricas o en las organizaciones sociales-, porque todavía no se habla realizado en sociedad. En sociedad abstracta, individualista al extremo y segregadora alienante.

En los comienzos de este largo proceso de desarrollo capitalista industrial, en el sentido occidental de la palabra, es que interviene la versión de liberalismo (en algún sentido, "fundadora") de Adam Smith. Si bien hay, en los planteos de este autor, una apreciable distancia con la situación del capitalismo actual, también es cierto que, en una serie de aspectos, sus formulaciones se aproximan a las de los modelos neoliberales de hoy. Los que han cambiado radicalmente son los tiempos.

 

(2) El uso del término problemática no implica suponer que quienes operan en común bajo una misma episteme, problemática teórica o paradigma, no comparten valores, prácticas o formas de prueba. Implica hacerlos conscientes. Identificarlos aunque más no sea en sus natas generales nos permitirá ir planteándose sus márgenes las primeras aproximaciones a nuestro posición acerca de la pobreza y la política social. En su globalidad, nuestra problemática concreta será presentada en los capítulos siguientes. Esta larga disgresión era necesaria, porque así como en el conocimiento teórico elementos de los más diversos "paradigmas" se entremezclan frecuentemente, aunque organizados de una manera determinada, también en los saberes teórico-prácticos que constituyen una problemática, las combinaciones son mayores y más ocultas. Hay rupturas, pero también continuidades y mezclas, que resulta de utilidad desbrozar. Entre otros aspectos, porque la acción práctica no es tan prolija como el científico en el laboratorio. Se enfrenta con la "realidad social" y sus seres humanos inesperadamente cambiantes, en los que parece regir el "principio de incertidumbre" de Heisenberg.

(3) Todo ese proceso histórico fue precedido por una acumulación primitiva -imbricada de piratería y conquista- y sucedido, por lo menos, por el capitalismo "clásico", el Estado de bienestar keynesiano y nuestra actual fase de neoliberalismo.

(4) Para Marx, posterior y crítico, el modo de producción capitalista tendría a identificarse progresivamente con la formación social -siguiendo el camino marcado por el "espejo"- y la demanda absoluta de mano de obra crecía aunque disminuyera relativamente respecto del capital invertido. Pera, a mediados del siglo XXI Inglaterra no presentaba las condiciones actuales de fractura social (ni siquiera los efectos de la automatización que se anuncian en los Grundrisse)

(5) Los esclavos se hallaban `sujetos' a sus dueños, `encadenados' a ellos. Los siervos a la tierra, los oficiales a dos maestros, éstos a sus gremios, los burgueses a su propiedad y los obreros a la fábrica. Los pobres de hoy están sujetos `a la buena de Dios': sin patria, sin tierra, sin propiedad, sin , fábrica. No están sujetos a nada, salvo al espacio geográfico (verdaderos campos de concentración social) ". Edgardo Logiudice, “`Lenin .y el pan", en Revista Doxa, año V, n° T I112, 1994

 
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