Desde la generalización de la preocupación por el medio ambiente, hace tres décadas, siempre ha estado explícita o subyacente la convicción de que es necesario acotar los efectos que la actividad humana en expansión tiene sobre el medio ambiente. Sin embargo, revisando documentos variados sobre la relación entre la protección del medio ambiente y el desarrollo, encontramos otros términos y conceptos para referirse a esa necesidad.
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En primer lugar, el concepto de límite, que a su vez deriva del de capacidad de carga. La capacidad de carga fue definida inicialmente en el marco de la ecología animal, a partir de los modelos logísticos de crecimiento poblacional.
Según ellos, toda población crece hasta que se enfrenta con condiciones que no permiten nuevos crecimientos netos. Este límite está dado por la escasez de algún recurso imprescindible (o varios). En este momento la población ha alcanzado su capacidad de carga. |
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Este concepto también fue trasladado tempranamente al análisis de la problemática ambiental. De hecho, el influyente informe del Club de Roma (Meadows et al., 1972) ya lo mencionaba, al hablar de la capacidad de carga del globo. En el contexto de los teóricos de las corrientes económicas de los límites, se empleaba preferentemente el término capacidad de sustentación del sistema para referirse al mismo fenómeno (Melnick, 1980). El traslado de conceptos procedentes de la ecología animal a las sociedades humanas, sin embargo, mereció las mayores desconfianzas. Bastante frondosa fue en esa década la literatura crítica hacia esta corriente de pensamiento, tildada de neomalthusiana, aunque sin reconocer que el problema de los límites físicos al crecimiento era ciertamente un problema de magnitud. |
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El concepto de uso sustentable de los recursos naturales también reconoce antecesores menos ilustres. Se hablaba inicialmente del uso racional de los recursos. Estudiosos en ciencias sociales, antropólogos y epistemólogos, dieron por tierra con el concepto.
Fundamentalmente a partir de la evidencia de que existen otras racionalidades económicas para las cuales la sobreexplotación del recurso es una decisión racional ya que maximiza sus utilidades (Clark, 1974). Esta concepción tuvo un segundo reflujo reciente, donde el concepto de racionalidad fue redefinido como inteligencia, suponiendo que mediante ello se excluían los posibles usos destructivos de los recursos naturales. Se hablaba entonces de uso inteligente o "wise use" (UICN, 1990). Por otra parte, en Pearce (1976) se hacía referencia al uso óptimo de los recursos naturales, entendido en el sentido económico del término, donde la optimización es una alternativa deseable frente a la maximización. |
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En una extensa compilación realizada en 1980 sobre medio ambiente y desarrollo en América Latina, no encontramos referencias al término sustentabilidad. Los expertos ambientales latinoamericanos de ese momento empleaban términos tales como desarrollo alternativo, desarrollo equilibrado, y lo que se discutía era fundamentalmente la existencia de distintos estilos de desarrollo posibles para la región. Dominaba el concepto de que las formas de desarrollo pasadas de la región habían sido ambientalmente adecuadas y que el desarrollo no equilibrado del presente se debía a la situación periférica de nuestras sociedades (Sunkel y Gligo, 1980). |
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Ese es también el momento del auge del concepto de ecodesarrollo, entendido como desarrollo ambientalmente apto, basado en la adopción de tecnologías apropiadas para el aprovechamiento del ecosistema por parte de las sociedades humanas de un dado lugar. |
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Las diferencias entre estas corrientes de pensamiento y la actual omnipresencia y aceptación del desarrollo sustentable como nuevo paradigma no son triviales. El concepto de ecodesarrollo no podía instalarse como paradigma ambiental aceptado a nivel global, como veremos en detalle más abajo.
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