2. Sustentabilidad ¿Afianzamiento De Un Nuevo Paradigma?(7)

2.1. El pensamiento ambiental: de las márgenes al "mainstream"

Cuando Rachel Carson advirtió en 1962 a la sociedad estadounidense sobre las sutiles relaciones entre cierto tipo de desarrollo económico y la contaminación del medio ambiente, pocas personas habrán imaginado la enorme trascendencia que tomaría, poco tiempo después y a nivel mundial, la búsqueda de vías compatibles entre la protección del medio ambiente y el progreso material de la humanidad.



La suma de evidencia empírica acumulada y el traspaso de esa información hacia la comunidad y el poder político, han permitido que en poco menos de 30 años, las reflexiones sobre la gravedad de la crisis ambiental y sobre la necesidad de revertirla mediante acciones conjuntas a diferentes niveles de la organización social humana, hayan llegado a ser compartidas por la mayor parte de las sociedades.

Más allá de las especulaciones etimológicas, de los antecedentes que se le puedan reconocer en las ciencias ecológicas, en la economía o en otras ciencias sociales, el concepto de sustentabilidad como meta deseable para las sociedades humanas modernas se ha instalado con una fuerza tal que genera cierta perplejidad.

Esa perplejidad deriva de dos consideraciones:

  • En primer lugar, como se ha visto, no es el primer intento conceptual generado para redefinir la relación deseable entre las sociedades humanas y su entorno natural. Todos los anteriores sin embargo fueron siendo de un modo u otro deglutidos en los intensos debates de ideas de las últimas dos décadas, aunque algo de todos ellos puede reconocerse alimentando este nuevo concepto. ¿Qué es lo nuevo?
  • En segundo lugar, la sustentabilidad hasta hoy no alcanza a constituir una formulación única, lo cual permite que bajo ese nombre coexistan visiones muy diferentes sobre las causas y especialmente sobre las soluciones que deben implementarse para enfrentar los problemas ambientales.

Hubo varios cambios de importancia que permiten comprender la gran receptividad actual para el desarrollo sustentable en contraste con pocos años atrás.


Antes había habido numerosas conceptualizaciones y propuestas de acción pero no podían por su origen generar un discurso común a extensas capas sociales:

  • Durante los años setenta, mientras se aceleraba la acumulación de información que confirmaba la pertinencia de la preocupación ecológica, las conceptualizaciones sobre el problema ambiental provenían principalmente de sectores marginales dentro de las propias sociedades del hemisferio norte. Los principales eran, por un lado los movimientos contraculturales de carácter bucólico (Schumacher, 1978), y por otro los grupos autogestionarios de base anarquista (Bookchin, 1978).
  • Estas concepciones presentaban serios problemas de escala. Buena parte de la literatura generada durante los años setenta y ochenta ponía el eje en la necesidad de buscar soluciones a escalas chicas: familias, aldeas, eventualmente pequeños municipios. Este pensamiento era fuertemente utópico. Se invitaba a desarrollar unidades autosuficientes. Se postulaba que las soluciones de la crisis ambiental debían basarse en las llamadas tecnologías apropiadas, pero generalmente sólo eran aplicables a escalas locales. En consecuencia esta corriente de pensamiento tenía notables limitaciones para incorporar los problemas de nivel regional, nacional o mundial.
  • Una corriente de pensamiento cercana a ésta era la del llamado ecodesarrollo. Tuvo su momento de mayor auge hacia 1980, impulsada por autores como Amílcar Herrera o Ignacy Sachs. En ese momento una parte importante de los especialistas ambientales de la escuela de la Cepal se acercó a esta corriente. Acá nuevamente el eje de las reflexiones estaba centrado a escala de las comunidades pequeñas o medianas, principalmente rurales. El ecodesarrollo se limitaba en consecuencia a tener una perspectiva aldeana del problema ambiental.
  • Por su parte el importante movimiento conservacionista de cuño clásico no abría juicio sobre el tipo de organización social que producía tal deterioro de la naturaleza. Principalmente sostenido por las elites ricas e influyentes se veía a sí mismo contrapuesto con la satisfacción de las necesidades más básicas de los que viven en las regiones más prístinas del planeta, cuya conservación se anhela (Gould, 1994). El conservacionismo clásico no obtenía mayor predicamento fuera de su núcleo de origen, ni pretendía construir una teoría sobre la nueva relación entre la sociedad y la naturaleza.
  • Las diferentes corrientes del marxismo fueron particularmente ciegas para analizar la agenda ambiental de ese entonces. Pocos pensadores se ocuparon de este problema. Algunos de ellos alcanzaron a plantear ciertos aspectos distributivos asociados a la idea-fuerza de un planeta único donde todos los países y sus distintos estratos sociales están compartiendo su suerte. Criticando la figura de la astronave tierra (Boulding, 1966) señalaban que en ese viaje figurado existen pocos pasajeros de clase especial y la mayoría debe conformarse con muy inferiores calidades de asientos (Enzensberger, 1974). Este punto de vista ha vuelto a ser considerado en una nueva reformulación a partir del análisis del espacio ambiental que diferentes países ocupan dentro del total, comparando su consumo energético en relación a su población y superficie. Pero básicamente el marxismo nunca alcanzó a advertir la base real de las advertencias ecológicas, quizás por no encontrar explicación satisfactoria a la pésima calidad ambiental de los países con economías socialistas. Su única formulación se limitaba a argüir que esa pobre calidad era inevitable dada la necesidad de mantener la competitividad de sus economías frente a occidente.
  • Uno de los antecedentes más inmediatos del actual concepto de desarrollo sustentable fue el Programa El Hombre y la Biosfera (MAB), impulsado por la UNESCO. Reunió en sus inicios a una masa crítica de científicos destacados de diversas disciplinas y procedencias geográficas, a cargo de la ejecución de proyectos de terreno que procuraban analizar in situ la compatibilidad de la conservación de la naturaleza con el desarrollo económico y social. Entre las fortalezas del programa se contaba el que se buscaba analizar los problemas a muy variadas escalas, desde comunidades rurales de diverso tipo, pasando por poblaciones costeras, de zonas áridas y de alta montaña, hasta grandes conglomerados urbanos. La inclusión de los enfoques y perspectivas de la economía, la antropología y la ecología en un único prisma fue un avance notable en su momento. Al retirarse los Estados Unidos y el Reino Unido de la UNESCO por los graves desacuerdos surgidos sobre las políticas educativas del organismo (en un momento en que quedó bajo la orientación del bloque socialista) el programa MAB tuvo un freno muy importante y no siguió generando nuevas conceptualizaciones. Dejó sin embargo la semilla de compatibilizar la conservación y el desarrollo, con propuestas de acción particulares para las distintas escalas de organización de las sociedades humanas.

Buena parte de los enfoques del MAB nutrieron al Informe de la Comisión Bruntland, con el que se populariza en 1987 la noción de desarrollo sustentable como hoy se la conoce si bien el empleo del giro había sido ya adoptado en ciertos círculos (Clark y Munn, 1986). Esa comisión tuvo a su cargo la preparación de los documentos de base para la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo.

Desarrollo Sustentable
Comisión Brundtland*

Es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacerlas.

* WCED (World Commission on Environment and Development),
1987. Our common future. Oxford: Oxford University Press.


Si bien para entonces el concepto ya había logrado buena aceptación, tras algunos retoques sobre el peso relativo dado a la pobreza y a la opulencia como factores de degradación del medio ambiente, fue adoptado como piedra basal del pensamiento y eje de la acción mundial sobre el tema.

Desde entonces, el concepto de desarrollo sustentable se ha instalado en el centro del escenario ambiental. Nada que no se encuadre dentro de este marco es merecedor de atención por parte de los organismos de nivel internacional. Pero a la vez es suficientemente difuso como para que nada quede claramente por fuera de su abarcabilidad.



Como ejemplo puede mencionarse que numerosas obras de infraestructura financiadas por organismos multilaterales pueden entrar dentro de este esquema con el sólo requisito de hacerse una evaluación de impacto ambiental.

Esta nueva formulación de la relación naturaleza-sociedad, quizás sorprendentemente vaga o imprecisa, ha permitido que los conceptos ambientales surgidos de la investigación ecológica y desarrollados primero en los márgenes de la sociedad central, constituyan hoy día el "mainstream" por el cual navega la sociedad globalizada.

 
(7) Transcripto de García Fernández, Juan J., 1996. Op. Cit.
 
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