Podemos definir a la Revolución industrial, como una serie de transformaciones que experimentó la economía inglesa en la segunda mitad del siglo XVIII. De un entorno rural con sus costumbres campesinas, pasa a otro completamente diferente: un mundo urbano e industrializado.
Revolucionó el orden social y cambió tanto la forma de pensar del hombre como sus formas de conducta.
La revolución industrial se fue generando lentamente; entre 1750 y 1800 en Inglaterra y se expandió por el resto del mundo, lo que en un principio fue un desarrollo de los avances tecnológicos, terminó por transformar a toda la sociedad, conformando un sistema económico que hoy conocemos
como capitalismo.
Se ha reflexionado acerca del porque la Revolución se dio en Gran Bretaña y no en otros países, que compartían el mismo desarrollo de la agricultura, la manufactura o el comercio. La razón quizás es que en Gran Bretaña existían muchas regiones preparadas para adoptar las nuevas tecnologías, la demanda de productos industriales fomentaba la aparición de nuevos métodos de producción, había mano de obra disponible para trabajar en la nueva industria y capital para poner en marcha las nuevas fábricas.
Además existía una población más preparada y dispuesta a aceptar la innovación que en otros lugares de Europa, además de poseer un marco institucional adecuado.
Para el obrero, el cambio fue incluso más fundamental, porque no solo estaba en juego su ocupación, sino su propia forma de vida. Para muchos la introducción de la máquina supuso por primera vez una separación respecto de los medios de producción; para casi todos, la máquina impuso una
nueva disciplina.
Sólo incentivos muy fuertes pudieron haber decidido a los empresarios para iniciar y aceptar estos cambios; y sólo adelantos decisivos haber superado la resistencia de la mano de obra al propio principio de mecanización.
Una de las formas de producción anterior a las fábricas, la más antigua, era el taller artesanal independiente, donde un maestro contaba con la ayuda de un aprendiz
o jornalero.
Esta independencia se perdió y el artesano pasó a depender del mercader, que le proveía de materias primas y vendía el producto terminado. Esta subordinación, fue consecuencia de la ampliación del mercado. Mientras primero el artesano trabajaba para la clientela local, pasó a depender de mercados distantes y competitivos a través de un intermediario. Fue de este modo como la población rural se incorporó al circuito productivo.