PROBLEMAS DE HISTORIA DEL SIGLO XX

Unidad 1 - La herencia del siglo XIX largo
 
 

Descargar Unidad 1 en Versión PDF (click aquí)

 

Clase 1: El legado de las revoluciones burguesas y la Revolución Industrial


En esta clase se hará hincapié en las dos revoluciones burguesas que tienen lugar en la Europa de fines del siglo XVIII, es decir, en la Revolución Industrial que ocurre en Inglaterra y en la Revolución Francesa. La problemática de las mismas gira en torno a la complejidad de ambos procesos y a la explicación de por qué tuvieron lugar en Inglaterra y en Francia respectivamente.


Problemas de la lectura obligatoria:

El abordaje de los capítulos 2 y 3 de La era de la Revolución, 1789-1848 de Eric Hobsbawm supone intentar comprender por qué este historiador sostiene que se trata de una “doble revolución” y por qué afirma que “supuso la mayor transformación de la historia humana desde los remotos tiempos en que los hombres inventaron la agricultura y la metalurgia, la escritura, la ciudad y el Estado.”(1)

Las explicaciones que siguen a continuación sirven como guía para la lectura de la bibliografía obligatoria

En el marco de los problemas planteados, comenzaremos explicando qué es una revolución.



La etimología de la palabra nos dice que se trata de una “vuelta completa”, lo cual nos conduce a pensar que tanto la Revolución Industrial como la Revolución Francesa provocaron cambios decisivos y profundos que modificaron radicalmente la vida de los ingleses y franceses y  que trascendieron las fronteras de sus respectivos países. Analicemos entonces ambas revoluciones.

Se designa generalmente con el término “Revolución Industrial” al comienzo del proceso de industrialización en Inglaterra entre los siglos XVIII y XIX. Proceso complejo de fenómenos que, con la transformación de las estructuras económicas y el desarrollo de fuerzas sociales nuevas, así como de las instituciones políticas del sistema liberal burgués, están en el origen del mundo contemporáneo. El punto de llegada de ese proceso es la sustitución de la producción artesanal por el sistema fabril. Al respecto, Hobsbawm en el capítulo 2 afirma que el estallido de la revolución se produjo entre 1780 y 1790. Alude al “take off”, es decir, al despegue de la economía hacia el crecimiento sostenido que concluyó con la construcción del ferrocarril y la creación de la industria pesada en la década de 1840.   


Pensar

Para fines del siglo XVIII Inglaterra reunía las condiciones que hicieron posible una revolución. Son muchos los elementos interdependientes y concomitantes que explican por qué se produjo en este país. ¿Cuáles son ellos? Entre los más significativos, se destacan:


El ascenso del capitalismo agrario y la revolución técnico-productiva que permitió al campo proveer a las necesidades de una población urbana en continuo aumento y acelerar la formación de un proletariado disponible para las empresas manufactureras. En Inglaterra se habían suprimido viejos derechos comunales o feudales vetustos y había un fuerte excedente de productos agrícolas que alimentaban el comercio exterior. Los terratenientes presionaban al Parlamento para obtener la sanción de leyes que obligaban a cercar las tierras o bien a desprenderse de ellas. Se pone fin así al sistema de campos abiertos o posesión comunal de la tierra. La propiedad se concentra; las familias humildes que no pueden cercar o bien pasan a ser jornaleros o arrendatarios o bien se trasladan a las ciudades. El uso de nuevas técnicas favorece el abandono del sistema de barbecho (descanso) por el de rotación de los cultivos. También se incorporan nuevos cultivos y plantas forrajeras como nabos y trébol, que no agotan la tierra y alimentan mejor al ganado.
Esto va de la mano de un aumento de la población y de un aumento de la demanda interna. Hobsbawm afirma que los terratenientes tenían mentalidad comercial y que Inglaterra contaba con una agricultura preparada para cumplir tres funciones esenciales: aumentar la producción; proporcionar un cupo de reclutas para las ciudades y dar un mecanismo para la acumulación de capital. Los centros industriales se ubicarían precisamente en torno de centros urbanos y puertos (Londres, Manchester, Liverpool, Birmingham, Glasgow, etc.).
La existencia de yacimientos de hierro y carbón.
El incremento del ahorro, la iniciativa individual y la mayor disponibilidad de capitales y de bienes para la actividad productiva. Al respecto Hobsbawm considera que el crecimiento económico surgía de las decisiones entrecruzadas de empresarios privados e inversores.
Las condiciones de desarrollo social y de madurez político-cultural: desde la “Revolución Gloriosa” de 1688 Inglaterra tenía una monarquía parlamentaria; el partido whig era defensor de los intereses de la burguesía media rural y de las capas financieras; la paz de Utrecht de 1713 le había dado a Inglaterra Gibraltar y la preeminencia de la trata negrera; había aumentado la inmigración protestante proveniente de Holanda; era alto el nivel de investigación y de enseñanza alcanzado por disciplinas científicas en universidades escocesas de Glasgow y Edimburgo. En este sentido, Hobsbawm recalca las “condiciones legales” pues desde 1688 el gobierno buscaba el desarrollo económico y el beneficio privado; se aceptaba que el dinero gobernaba.
El “capital social” al que alude Hobsbawm, es decir, el predominio de la flota británica,  la existencia de puertos, caminos y canales.
Las innovaciones técnicas, sin olvidar que los progresos científicos alcanzan efectiva maduración cuando comienzan a responder a las necesidades sociales y a las exigencias de la industria. Fue el desarrollo económico el que permitió la aplicación de nuevas técnicas, entre las que se destacaría la máquina de vapor de James Watt (1769). Para 1807, Robert Fulton crearía el buque de vapor y George Stephenson la locomotora de vapor, puesta en funcionamiento en 1825.
El contar con industria algodonera y expansión colonial.

En la primera etapa de industrialización, la materia prima principal fue el algodón, que a diferencia de la lana, carecía de regulaciones y controles medievales. La industria del algodón fue consecuencia de la dinámica del comercio colonial que permitía importar a bajo precio un producto que se adaptaba mejor que la lana a las nuevas máquinas de hilar y tejer. Hobsbawm sostiene que esta industria tuvo su origen como subproducto del comercio ultramarino y que fue la primera industria revolucionaria. Ligada al comercio colonial, incitaba a los empresarios a adoptar las técnicas revolucionarias para conseguirla. La inversión que realizaban en maquinaria se compensaba con la alta producción. La combinación de la conquista de amplios mercados y la continua inflación de precios, les daba como resultado grandes beneficios y ganancias. Así, la industria algodonera dominó los movimientos de la economía total de Inglaterra.

La economía industrial obtenía trabajadores que provenían de un sector no industrial. Ellos debían aprender a trabajar de una manera conveniente para la industria, con arreglo a un ritmo diario ininterrumpido, diferente del de las estaciones en el campo o el del taller manual del artesano independiente. De ahí que fueran sometidos a una estricta disciplina laboral. En las fábricas a veces resultaba más conveniente el empleo de mujeres y niños, más dúctiles y baratos que los hombres. Las crisis generales capitalistas producían graves consecuencias sociales dado que, cuando se reducía el margen de ganancia, como por ejemplo, como señala Hobsbawm, en la etapa de deflación de 1815, se comprimían aún más los muy mal pagos jornales de los trabajadores, en gran parte mujeres y niños.

Hobsbawm destaca que la siguiente fase del desarrollo industrial fue la construcción de una industria básica de bienes de producción. Gran Bretaña producía para 1800 casi el 90 por ciento de la producción mundial de carbón. La industria del carbón estimuló la invención del ferrocarril. Es decir, las minas de carbón precisaban de máquinas de vapor para su explotación y también de eficientes medios de transporte para el traslado del carbón desde las galerías hasta la bocamina y desde ésta hasta el punto de embarque. La línea férrea desde la zona minera de Durham hasta la costa (Stockton-Darlington) en 1825 fue la primera de los modernos ferrocarriles. Ellos trajeron consigo grandes inversiones de capital  unidas a una gran demanda de hierro, carbón, maquinaria pesada y trabajo. Las enormes ganancias de los hombres de negocios e inversionistas condujeron a que el capital británico estuviera dispuesto al crédito en la forma de empréstitos al resto del mundo.




En síntesis, la Revolución Industrial significó el triunfo de la industria capitalista y de la clase media o de la sociedad burguesa y liberal. Inglaterra se transformó en el “taller del mundo”, es decir, en el único país industrializado, por lo cual adquirió una supremacía abrumadora en el mercado mundial. La economía capitalista conducida por la burguesía bajo la ideología del liberalismo, iniciaba la conquista del mundo.

 

Procedamos a continuación a analizar la Revolución Francesa

Sus orígenes se encuentran en la situación que vivía Francia durante el Antiguo Régimen, es decir, en la etapa anterior al estallido revolucionario. La sociedad francesa era esencialmente rural, organizada en órdenes o estados: clero, nobleza y tercer estado. El clero (conjunto de sacerdotes  y dignatarios de la Iglesia católica) y la nobleza constituían los estamentos privilegiados pues gozaban de varias fuentes de riqueza y poder corporativo. La monarquía (el rey era Luis XVI casado con María Antonieta) se justificaba por la teoría del derecho divino de los reyes. El tercer estado era la mayoría de la población y no tenía privilegios. Estaba formado por burgueses, trabajadores, artesanos y campesinos. Principalmente estos últimos sustentaban los costes de los tres pilares de autoridad y privilegio: la Iglesia, la nobleza y la monarquía, quienes recaudaban como promedio de un cuarto a un tercio del producto de los campesinos, mediante impuestos, tributos de señorío y diezmo.  La mayoría de la gente se encontraba indefensa ante una mala cosecha, como ocurriría en 1788 y en 1789.

Todos los ámbitos de la vida pública en la Francia del siglo XVIII estaban caracterizados por la diversidad regional y la constante resistencia de las culturas locales. La mayoría de los súbditos del rey no usaba el francés en la vida cotidiana, sino dialectos o lenguas locales. Era una sociedad en la que el sentido más profundo de la identidad de la gente estaba vinculado a su propia provincia.


Pensar

Hobsbawm afirma que los intereses del Antiguo Régimen se enfrentaban contra fuerzas sociales nuevas. Principalmente en las ciudades, se desarrollaba un comercio clandestino de libros y panfletos, cuyo tono irreverente era imitado en las canciones populares que se burlaban de la Iglesia, la nobleza y la familia real. Se trataba de publicaciones influenciadas por la Ilustración (movimiento cultural que basado en la razón criticaba fuertemente al absolutismo, a la Iglesia y a la jerarquía, entre cuyos representantes más destacados figuraban Voltaire, Condorcet, Montesquieu, Rousseau, Diderot, Turgot, Quesnay). Después de 1760, las logias masónicas de librepensadores constituyeron una forma de sociabilidad masculina y burguesa que proliferó abundantemente por fuera de las normas de la elite aristocrática. Todo esto era parte de una crisis de autoridad y parte de un discurso político donde los términos “ciudadano”, “nación”, “contrato social”, “voluntad general”, ya circulaban por la población antes de 1789 en claro enfrentamiento con el viejo discurso de “órdenes” y “corporaciones”. También la Francia rural estaba en crisis en la década de 1780, evidenciada en una escalada de conflictos en forma de disturbios a causa de la comida y en contra de los señoríos.

A este panorama socio- cultural se sumaba el apoyo de Francia a la guerra de independencia norteamericana que costó más de mil millones de libras, dos veces las rentas del Estado. Esto trajo consigo la acumulación de deudas; el Estado se tambaleó en una crisis financiera con una estructura fiscal y administrativa anticuada. La monarquía se vio obligada a buscar el modo de reducir la inmunidad de la nobleza en lo relativo a los impuestos y la capacidad de los parlamentos de resistirse a los decretos reales. Pero los sucesivos intentos de los ministros reales por convencer a la Asamblea de Notables de que eliminase los privilegios fiscales de la nobleza fracasaron, debido a la insistencia de la misma de que sólo una asamblea de representantes de los tres estados como los Estados Generales podía aceptar dicha innovación. De ahí que Hobsbawm afirme que la Revolución Francesa empezó como un intento aristocrático de recuperar los mandos del Estado.

A fin de clarificar el complejo proceso revolucionario, es oportuno tener presente que  Hobsbawm destaca tres etapas:

a)
La “Revolución moderada”, entre los años 1789 y 1791.
b)
La “Revolución jacobina”, entre los años 1793 y 1794.
c)
La etapa que se inicia con la Reacción termidoriana.

a)
La “Revolución moderada”, entre los años 1789 y 1791.
 

La “Revolución moderada” tiene como protagonista a la Asamblea Nacional. Sus  miembros fueron apoyados por la acción colectiva del pueblo de París, quien sospechaba que la nobleza intentaba doblegarlo mediante el hambre reteniendo deliberadamente reservas de trigo. Comerciantes, tenderos, artesanos y asalariados se apoderaron de armas y municiones que había en las armerías y en el hospital militar de los Inválidos y se enfrentaron a las tropas reales. El objetivo final era la fortaleza de la Bastilla que disponía de armas y pólvora y dominaba los barrios del este de París. El 14 de julio de 1789 unos 8000 parisinos armados pusieron sitio y tomaron triunfalmente la Bastilla, dando muerte a su gobernador, el marqués de Launay. La toma de la Bastilla tuvo importantes consecuencias: salvó a la Asamblea Nacional y legitimó un cambio de poder. La revolución se extendió también a ciudades y campos Entre tanto, varios nobles comenzaban a emigrar del país...

   
 


Como respuesta a las acciones populares, la Asamblea Nacional procedió a la abolición de los privilegios feudales y a la sanción de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano el 27 de agosto de 1789. Este documento constituía un conjunto profundamente revolucionario de principios fundamentales de un nuevo orden sintetizados en que la soberanía reside en la nación; y en que los derechos “naturales”, “inalienables” e “imprescriptibles” son la libertad, la igualdad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Se afirmaba así la etapa de la “Revolución moderada”, cuyos principales líderes, Lafayette y Mirabeau, eran exponentes de un consenso de ideas del liberalismo clásico contrario a la sociedad jerárquica y a los privilegios pero, como señala Hobsbawm, no partidario de una sociedad democrática. En 1790 la Asamblea Nacional sancionó la Constitución Civil del Clero, que provocó la división entre el clero “refractario” y el “constitucional” y, en 1791, dictó una Constitución. Por ella instauraba en Francia una monarquía constitucional que expresaba la “voluntad general” del pueblo al que se identificaba con la nación. Luis XVI pasaba a ser rey de los franceses y el poder legislativo era ejercido por una Asamblea Legislativa, cuyos miembros serían elegidos por los “ciudadanos activos”, es decir, por aquellos que cumplieran requisitos de propiedad. Se excluían así a las mujeres y a los ciudadanos varones “pasivos”, quienes no reunían tales requisitos. Quedaba establecido un estado secular gobernado por contribuyentes y propietarios.

   
b)
La “Revolución jacobina”, entre los años 1793 y 1794.
 

La Asamblea Legislativa no pudo estabilizar la revolución bajo el rey y la Constitución de 1791. La decisión de Luis XVI de huir hacia Austria y el estallido de la guerra en abril de 1792 contra el ejército austro-prusiano, dio origen a lo que Hobsbawm denomina la “revolución jacobina”. En  agosto de 1792 se producía la suspensión del rey y en septiembre se convocaba a las elecciones de una Convención Nacional. Sus primeras medidas fueron la abolición de la monarquía y la proclamación de la república; la modificación del calendario y el juicio y ejecución del rey el 21 de enero de 1793.

   
 

La “Revolución jacobina”, sinónimo de revolución radical y de republicanismo intransigente, formalizó una alianza entre los sans-culottes y  los jacobinos. El término sans-culottes era a la vez una etiqueta política para el patriota militante y una descripción social que designaba a los hombres del pueblo que no usaban los calzones cortos ni las medias de las clases altas. Como afirma Hobsbawm, los sans-culottes formaban un movimiento informe, urbano, de pobres trabajadores, tenderos, operarios, pequeños empresarios, organizados sobre todo en las secciones de París y en los clubes políticos locales. Fueron la principal fuerza de choque de la Revolución y a través de periodistas como Marat y Hébert, proclamaban respeto por la pequeña propiedad y hostilidad a los ricos. Los jacobinos formaban el bloque de diputados que se sentaban juntos en los escaños superiores del lado izquierdo en la Convención, lo cual les valió el epíteto de la “Montaña” (Marat, Robespierre, Danton, Saint-Just, Desmoulins, entre los más destacados). En su origen, los jacobinos debían su nombre a un club político fundado hacia 1790, llamado así por su local de reunión en un antiguo convento.

   
 


Hobsbawm destaca dos cuestiones durante la “República jacobina”: la sanción de la democrática Constitución de 1793 y el régimen del Terror. La primera establecía el sufragio masculino directo y universal y garantizaba los derechos sociales y el control popular sobre una asamblea. Abolía también los derechos feudales y la esclavitud en las colonias francesas. El Terror, dirigido por Maximiliano Robespierre, se implantó ante la problemática de la guerra civil y la invasión extranjera. El lenguaje de patriotismo y ciudadanía estaba mezclado con el de sacrificio, requisición y reclutamiento. Para Robespierre y sus correligionarios, entre ellos Saint-Just, el Terror tenía no sólo el propósito de ganar la guerra sino también de implantar una sociedad regenerada, virtuosa y abnegada. Las divisiones entre los “patriotas” se pusieron en evidencia y entre marzo y abril de 1794 se produjo el arresto y la ejecución de Hébert, Danton y  Demoulins, entre otros. Los robespierristas perdían el apoyo de los sans-culottes y luego el de la llanura, quien al ver alejarse definitivamente el peligro de la guerra con la victoria francesa en Fleurus, decidió en julio de 1794 el derrocamiento de Robespierre, quien fue ejecutado junto con Saint-Just y el resto de sus partidarios.

   
c)
La etapa que se inicia con la Reacción termidoriana.
 

La etapa que se inicia con la Reacción Termidoriana (julio de 1794) tuvo el propósito de mantener una sociedad burguesa y evitar el doble peligro de la república democrática jacobina y del Antiguo Régimen: en 1795 fue establecido un nuevo poder ejecutivo, el Directorio, compuesto por cinco miembros, que no tuvo verdadero apoyo político y  dependió del ejército; un ejército revolucionario, en el cual se ascendía por medio del valor y las dotes de mando. Desde 1799, el general Napoleón Bonaparte, a cargo del Consulado, traería estabilidad, concluiría la revolución burguesa e iniciaría el régimen burgués. La “Revolución Jacobina” era destruida y con ella, el sueño de libertad, igualdad y fraternidad. Hobsbawm interpreta que el mito napoleónico, es decir, el del hombre vulgar que llegó a ser grande, persistió, en la ideología de los franceses apolíticos, pero el mito jacobino inspiraría más adelante las revoluciones del siglo XIX.

 



En síntesis, durante el complejo desarrollo de la Revolución Francesa, tuvo lugar una revolución burguesa. Desde 1789, los cambios institucionales, legales y sociales crearon en Francia el ambiente propicio en el que prosperarían  la industria y la agricultura capitalistas. Hobsbawm afirma que la Revolución Francesa fue una revolución social de masas con influencia universal.  Sin duda constituyó uno de los momentos más grandes y decisivos de la historia. Nunca antes el pueblo había intentado reorganizar su sociedad en base al principio de soberanía popular.

Revolución Industrial y Revolución Francesa: la primera estableció la capacidad ilimitada del sistema productivo iniciado por el capitalismo para el desarrollo económico y la penetración global; la segunda estableció los modelos de las instituciones públicas de la sociedad burguesa. La “doble revolución”, en palabras de Hobsbawm, transformó no sólo a Inglaterra y a Francia sino también al mundo entero. Significó el triunfo de la sociedad burguesa y liberal, que, desde el “doble cráter de Inglaterra y Francia”(2)  tomó la forma de una expansión europea y conquistó al resto del mundo.

En clases posteriores analizarán cómo la “doble revolución” provocaría también el surgimiento de fuerzas e ideas reaccionarias que buscarán sustituir  a esa sociedad burguesa y liberal emergida de la misma.

 

1- Eric Hobsbawm. La era de la Revolución, 1789-1848. Buenos Aires, Crítica, 2007, p. 9.

2- Idem, p. 10.

 
Inicio
 
Salir