En esta clase se compone de dos núcleos temáticos. En primer lugar veremos el conjunto de ideas que motorizaron las transformaciones producidas a partir de la segunda mitad del siglo XIX, prestando especial atención al nacionalismo y su influencia en el proceso de formación de los estados nacionales europeos. Luego analizaremos cómo se produjo este proceso en América Latina, haciendo foco en el caso argentino. Para ello se deberá realizar una lectura crítica de la bibliografía indicada:
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Hobsbawm, Eric. La era del Imperio. Buenos Aires, Crítica, 1998. Cáp. 6 p 152-174. |
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Romero, Luis A. Breve historia contemporánea de la Argentina. Buenos Aires, F.C.E, 2001. Cáp. 1 p 15-36 |
Durante el siglo XIX se solidificaron algunas corrientes ideológicas que, nacidas del impacto de la doble revolución, expresaban la diversidad de miradas sobre los nuevos desafíos planteados por las transformaciones recientes. Una de ellas fue el Liberalismo que, surgida en el siglo anterior había sustentado la empresa revolucionaria en Francia. Otras fueron la corriente socialista, que centró sus elaboraciones teóricas en la cuestión obrera, y finalmente el nacionalismo que trataba de responder a la cuestión planteada por la formación de los nuevos estados europeos.
Veamos entonces sus características principales.
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Basado en el reconocimiento de los derechos naturales del individuo sus elaboraciones se proponían resguardarlo frente a los avances del estado. Estos derechos, ya señalados en la Declaración Universal de 1789, solo podrían ser protegidos con la instauración de un estado de poderes limitados, que se convirtiera en garante de los mismos. La cuestión estribaba, entonces, en la forma de ponerle límites al estado para evitar los abusos cometidos bajo el imperio de las monarquías absolutistas. Desde el punto de vista político la solución estaba en el establecimiento de sistemas parlamentarios y en la sanción de una constitución que reflejara la voluntad popular soberana. Esto traía aparejada la consideración sobre la representación y el sufragio. |
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En un primer momento la mayoría de los países optaron por sistemas de sufragio restringidos, que solo consideraban ciudadano con derecho a voto a pequeños sectores privilegiados. Solo después de la segunda mitad del siglo XIX se produjo la ampliación del sufragio hasta concluir en el establecimiento del sufragio universal. Desde lo económico sostenía la implementación de una economía de libre mercado, regida por las leyes de oferta y demanda. A partir de la obra de Adam Smith (Investigaciones sobre la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones, 1776) se comenzó a imponer la idea de evitar la intromisión del estado en el libre juego del mercado, que libre de interferencias, sería el más eficiente asignador de recursos para el crecimiento económico.
A partir de la segunda mitad del siglo, la obra de Augusto Comte (Curso de Filosofía positiva, 1842) permitió la consolidación del Positivismo. Sostenía Comte que la humanidad había pasado por tres estadios de evolución, siendo el último el positivo, correspondiente a las sociedades industrializadas que, a través de sus adelantos científicos y tecnológicos podrían dar solución a los problemas de la humanidad.
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La idea de que las sociedades marchaban hacia un progreso indefinido se basaba en la premisa de la existencia de un orden natural que había que conocer y aceptar. Estas ideas plasmaron la visión de una realidad social dominada por la ciencia y vinculada a posiciones evolucionistas. A la clásica teoría biologista de Charles Darwin (Sobre el origen de las especies, 1859) se sumó el llamado evolucionismo social. Hebert Spencer (La estática social, 1850) se abocó al estudio de la sociedad como un organismo vivo y aplicó el concepto darwiniano de “supervivencia del más apto” para concluir que las sociedades son producto de la selección natural de los individuos y quienes las dominan son los más aptos para la función. Esta visión derivó en la idea de un inmovilismo social cuestionada desde otras escuelas de pensamiento. |
Mientras el liberalismo celebraba el desarrollo industrial, otros pensadores criticaban la deshumanización de la sociedad capitalista y las injusticias que el sistema provocaba. Estas críticas favorecieron el desarrollo de una nueva corriente de ideas que proponía la constitución de una sociedad más justa. Los primeros pensadores, Saint- Simón, Fourier y Owen, proponían la modificación del sistema social vigente y la implementación de comunidades en las que la cooperación y la solidaridad reemplazaran el individualismo y la competencia. Las propuestas de implementación concluyeron en un fracaso, razón por la cual se conoció a esta corriente como socialismo utópico.
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Los socialistas alemanes Karl Marx y Friedrich Engels criticaron a los utópicos y plantearon la creación del socialismo como doctrina científica. Para Marx, la evolución de la humanidad está determinada por la evolución de las fuerzas económicas. Cada etapa del proceso responde a un determinado sistema productivo, cuyas formas sociales y económicas entran en colisión con fuerzas surgidas en su propio seno. |
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Esta idea (explicada según el principio dialéctico del filósofo alemán Georg Hegel que sostenía que cada idea engendra su propia negación) permitía pensar la historia como sucesión de formaciones sociales que se transformaban en forma constante. En su obra El capital presentaba el sistema capitalista como un sistema de explotación de clases a través de las relaciones de producción. Sostenía que en él los capitalistas, dueños de los medios de producción, se enfrentan al proletariado que solo posee su fuerza de trabajo, adueñándose del producto de la misma. De modo que, aunque no se lo propusiera, el capitalismo contribuía a formar una clase de desposeídos que finalmente lo destruiría. La única vía de cambio es, por tanto, la lucha de clases que, convertida en motor del proceso revolucionario, derribaría a la burguesía para establecer el estado sin clases y poner fin a la propiedad privada, fuente de toda situación injusta. Desde la publicación del Manifiesto Comunista en 1848, se afianzó la idea de la formación de una alianza obrera de carácter internacionalista que fuera capaz de organizar la lucha contra la burguesía capitalista sin distinción de nacionalidades. El marxismo tuvo una enorme influencia en el pensamiento europeo y mundial y se cristalizó en la revolución de 1917, que convirtió a Rusia en el primer estado socialista del mundo.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX se intensificó el proceso de construcción y consolidación de los estados nacionales. La idea de nación había sido introducida por el Romanticismo y se apoyaba en la existencia de una identidad cultural y un pasado común.
En el período de 1880 a 1914, la preocupación de los estados por dar una configuración espacial a sus territorios convirtió a los conflictos de límites en una cuestión nacional. A su vez, la competencia entre las naciones industrializadas exacerbó la expansión imperialista y los estados nacionales consideraron a los demás una amenaza a su propia existencia y crecimiento. La preeminencia de la cuestión nacional, movilizada gracias a la democratización de la política, llevó al auge del nacionalismo. Desde entonces el término comenzó a hacer referencia a grupos de derecha, principalmente en Francia e Italia, contrarios a los extranjeros y partidarios de la expansión agresiva de sus estados.
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Eric Hobsbawm analiza los cambios producidos en el nacionalismo a partir de 1870, señalando tres cuestiones principales: el derecho a la autodeterminación como sinónimo de independencia, la definición étnico-lingüística de la nación y la aparición del patriotismo como idea de la derecha política(4). Las transformaciones operadas en la economía de la era tecnológica requerían la educación de las masas y su proceso se centró en la escuela, como medio de crear ciudadanos homogéneos desde lo lingüístico y administrativo. La imposición de una lengua nacional fue el presupuesto básico para la implementación de un sistema educativo nacional. La gran expansión de la escolarización primaria en este período cumplía también otros objetivos: la escuela instrumentalizaba el proceso de nacionalización de las masas a través de la enseñanza de la lengua, las tradiciones y la historia nacional. |
Paralelamente, los procesos migratorios ayudaron a la expansión del nacionalismo. El aflujo de extranjeros pobres provocó un período de xenofobia al calor de los temores de los distintos sectores de la sociedad receptora: los del proletariado urbano a la falta de trabajo y los de las clases medias al fin de la “civilización respetable” por la imposición de nuevos usos y costumbres. Lo cierto es que, frente a la nueva realidad, también los inmigrantes comenzaron a desarrollar sentimientos nacionalistas, que se materializaron en la creación de asociaciones de socorros mutuos o cooperativas, sostenidas por un tejido de relaciones personales de cohesión.
Sostiene Hobsbawm que la fuerza impulsora del nacionalismo fue el tradicionalismo, manifestado como reacción conservadora frente a la perturbación del orden social. Su crecimiento fue un fenómeno protagonizado por clases medias que se sintieron amenazadas por el progreso de la economía industrial y fueron impulsadas hacia la derecha política. Un nacionalismo de este tipo era un vehículo para canalizar resentimientos colectivos: los extranjeros eran los culpables de la alteración del viejo orden y su arquetipo era el banquero y empresario de origen judío, cuestión que generó un virulento antisemitismo. Cuando la tensión internacional hizo evidente la posibilidad de un conflicto internacional, el nacionalismo ganó terreno. El estallido de la guerra en 1914 produjo un patriotismo militar que se convirtió en la fuerza movilizadora de la masa de soldados que identificaron la causa del estado con la propia.
Hacia mediados del siglo XIX América Latina transitaba también un proceso de formación de los estados nacionales. La consolidación del capitalismo europeo, la expansión del mercado mundial y la reciente división internacional del trabajo crearon las condiciones para el crecimiento material de las nuevas naciones. Las economías latinoamericanas se fueron especializando en la producción de materias primas para colocar en el mercado internacional: café en Brasil, azúcar en Cuba, minería en Perú y carne y cereal en Argentina se convirtieron en el motor del crecimiento económico, posibilitado por cambios en los factores de producción signados especialmente por la expansión de las fronteras productivas, el crecimiento demográfico derivado de la inmigración y las inversiones de capital extranjero.
Pensar
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La Argentina comenzaba en los ochenta un período de progreso, conformado tanto por las condiciones favorables del entorno internacional como por la transformación institucional que garantizaría las inversiones y la rentabilidad de los inversionistas. El proceso de formación del estado nacional comenzó con el control del territorio, a través de la conquista al desierto, que incorporó tierras aptas para la producción, y la capitalización de Buenos Aires, que dejó en manos del gobierno nacional tanto la propia sede administrativa como el puerto y su función de conexión con el comercio exterior. Paralelamente se produjeron cambios institucionales: el establecimiento de un sistema presidencialista que tomó el control sobre las provincias y la sanción de un conjunto de leyes y códigos que otorgaron seguridad jurídica permitiendo el despegue económico. En un país con grandes extensiones de tierras fértiles y escaso capital y mano de obra se impuso la idea de hacer uso intensivo del factor abundante. El estado facilitó así la inserción del país en el mercado mundial en el papel de productor agropecuario. Luis Alberto Romero analiza la conformación del modelo que se implantó a partir de 1880, señalando que su implementación implicaba estrechar los vínculos económicos con Gran Bretaña, que venían desarrollándose desde la independencia.(5) Entre 1880 y 1913 el capital británico afluyó al país en forma de préstamos al estado, inversiones en servicios públicos y ferrocarriles; el estado nacional respondió otorgándole exenciones impositivas y tierras a los costados de las vías férreas por tenderse. La expansión requería el aumento de mano de obra, razón por la cual el estado estimuló la inmigración europea y modificó la política migratoria para flexibilizar el asentamiento de los contingentes de inmigrantes. Las tierras recientemente incorporadas luego de la conquista al desierto fueron transferidas en grandes extensiones a propietarios ya existentes, lo que dificultó el acceso a la tierra a los recién llegados. En la provincia de Buenos Aires siguió predominando la explotación pecuaria, sobre todo luego de que el frigorífico hiciera rentable la el refinamiento de razas destinadas a exportación. Señala Romero que entonces la necesidad de praderas artificiales estimuló la colonización agrícola, especialmente en el litoral y Buenos Aires donde comenzaron a desarrollarse explotaciones de tipo mixto. Los propietarios de tierras mostraron un comportamiento flexible en sus inversiones, en búsqueda de oportunidades de ganancia. De esta forma, la demanda externa de cereales y carne propició un crecimiento vertiginoso de la economía nacional. |
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La expansión agrícola fue continua desde 1890: trigo, maíz y lino acompañaron las ventas de carne congelada para convertir a la Argentina en uno de los principales exportadores mundiales hacia las vísperas de la 1º guerra mundial. Estas transformaciones económicas, dependientes del librecambio y la especialización agropecuaria, produjeron un crecimiento desigual que acentuaba la brecha existente entre las economías del interior y el pujante sector pampeano. Al mismo tiempo, el crecimiento de los ingresos generados por la expansión económica y el aumento de población generaron hicieron surgir un sector industrial vinculado a la actividad agropecuaria, del que los frigoríficos se convirtieron en un caso paradigmático. Fuera de éste, el crecimiento industrial afrontaba los problemas derivados de la falta de capitales, la competencia foránea y la ausencia de créditos para el desarrollo de la actividad. La implantación de un modelo de crecimiento estrechamente ligado a la economía internacional a través de la inversión y los préstamos al estado impactó directamente en la estabilidad. Las crisis cíclicas del capitalismo producidas en 1873 y 1890 arrastraron al país, generando períodos de recesión que se hicieron sentir en la estructura productiva. Superados estos momentos, el crecimiento se extendió hasta la 1º guerra mundial, momento en que la desorganización de los circuitos comerciales generó nuevos desafíos al modelo económico. |
La sociedad fue modificada a raíz de las transformaciones económicas y la inmigración. Entre 1880 y 1914 se conformó en el país una sociedad nueva, abierta y flexible, cuyo signo distintivo fue la movilidad ascendente. El impacto producido por la llegada masiva de inmigrantes se dejó sentir especialmente en la pampa húmeda. A los colonos establecidos en la zona del litoral en calidad de arrendatarios se sumó la llegada de trabajadores a los grandes centros urbanos, en busca de oportunidades laborales. Allí se presentaron las primeras dificultades a los recién llegados: la escasez de viviendas, el alto costo de los alquileres, la inestabilidad de los empleos y los bajos salarios se sumaban a la complicación de comunicarse en una lengua que no era la propia. Para enfrentarlas se crearon núcleos asociativos que fueron desarrollando diversas formas de responder a las necesidades de inclusión en la nueva sociedad. El ascenso social se cristalizó en las generaciones siguientes y los hijos de inmigrantes, gracias al acceso a la educación, conformaron la amplia capa de clases medias que caracterizaron a la sociedad argentina.
Pensar
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Las clases tradicionales conformaban un círculo cerrado amparado en el mantenimiento de los valores simbólicos que les permitían diferenciarse del conglomerado criollo inmigratorio. Se consideraban los verdaderos dueños del país reservaron para sí el manejo de la política evitando que cayeran de sus manos los resortes del poder. Convencidos de que la transformación del país debía realizarse “desde arriba” le otorgaron gran importancia al control de la sucesión política. La fórmula para conseguirlo fue restringir la participación ciudadana, otorgando derechos civiles pero no políticos a los inmigrantes y ejerciendo fraude en el sistema electoral. A ello se sumaba la falta de partidos políticos alternativos al partido oficial, el PAN (Partido Autonomista Nacional), único capaz de movilizar la maquinaria electoral a través de la labor de los punteros o caudillos locales, que cambiaban votos por favores tejiendo una trama de clientelismo político. Asegurada la continuidad, la política conservadora se dio a la tarea crear un conjunto de leyes laicas que pusieron importantes resortes de control en manos estado nacional, entre ellas, las leyes de Registro Civil y Matrimonio Civil, la de Servicio militar obligatorio y la Ley 1420 que establecía la obligatoriedad de la enseñanza primaria y dejaba la responsabilidad de impartirla en manos del estado. |
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No faltaron, sin embargo diversas tensiones que terminaron con la sanción de leyes tendientes a solucionarlos: el crecimiento de la conflictividad social, atribuido entonces a las huelgas provocadas por anarquistas y sindicalistas, que desembocó en la sanción de la Ley de Residencia (1902); y la aparición de un movimiento político, el radicalismo, que llamaba a la moralización de la función pública y la vigencia de la constitución. La sanción de una Ley Electoral (1912) dejó finalmente el camino abierto a la llegada del radicalismo al poder.
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