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Ahora bien, ¿qué quiere decir partes auténticas? |
Hay que recordar que en el momento que se redacta la Carta de Venecia, de las personas que firman esta Carta, aproximadamente 30 expertos, había uno de Túnez, dos latinoamericanos, de México y Perú, y el resto eran europeos. Es decir, la Carta de Venecia fue pensada particularmente para un tipo de patrimonio y, más que para un tipo de patrimonio, para un tipo de construcciones, digamos piedras o elementos medianamente durables a lo largo del tiempo.
Entonces, con esa idea, el concepto de autenticidad implícito en la Carta de Venecia es que las partes auténticas son las partes originales. Es decir, el material que inicialmente estuvo en el momento de construcción del edificio. Ahora, esa idea de la autenticidad = original, fue puesta en cuestionamiento sobre todo por algunas culturas sustancialmente diferentes a la europea.
Ya en la década de 1990, un experto noruego, Knut Larsen (recordemos que los noruegos tienen mucha construcción en madera, material que es muy difícil mantener a lo largo de los siglos), decía, hablando de la autenticidad, que no es el concepto formal original lo que se considera auténtico sino el edificio tal como ha sido manejado hasta nosotros a través de la historia. Es decir, él se detiene a analizar no únicamente en el momento inicial, sino también lo que le fue pasando al edificio a lo largo del tiempo. El lo dice pensando en la arquitectura de madera, no sólo en su país, sino que estaba estudiando la arquitectura y los modos de intervenir los edificios en Japón.
Japón no sólo tiene una tradición, desde siempre, de una arquitectura de madera y de materiales perecederos, por ejemplo las alfombras de los pisos internos son de fibras vegetales, o los paneles que separan los ambientes también son de fibras vegetales, de papel de arroz.
La madera es un material frágil ante el paso del tiempo, sin mencionar ante el fuego, la humedad, los agentes biológicos, las termitas, etc. En definitiva, es mucho más difícil conservar en el tiempo un edificio de madera que un edificio de piedra.
Pero además de eso, los Japoneses, por una cuestión hasta inclusive vinculada con la religión Shinto, tenían una práctica ancestral y es que en estos edificios de madera reemplazan periódicamente algunas partes componentes, ya sea porque se han deteriorado, se han roto, o han sido atacadas por insectos, pero el detalle es que la reemplazan por otra que es exactamente igual. Es decir, es una concepción cultural, no existe la idea que tiene la cultura occidental sobre la diferencia entre lo nuevo y
lo original.
Los japoneses mantienen exactamente la forma; es decir, para ellos, la autenticidad está en la esencia formal y no en la sustancia material. Es interesante porque, inclusive en edificios de madera con sucesivos cambios de partes a lo largo del tiempo, llega un momento en que del edificio original no queda absolutamente nada, o sea, la sustancia material no es la que estuvo en el origen del edificio; sin embargo, cuando ellos cuentan la antigüedad de un edificio, la cuentan desde el momento inicial.
En Japón es probable que a Ustedes les digan que un templo tiene 700 años, pero lo cierto es que lo que tiene 700 años es la localización de ese templo en ese lugar, y la forma del templo, pero si vamos a los componentes materiales, puede ser que no haya ninguno de tal antigüedad.
Esta concepción, muy arraigada en las culturas orientales, de alguna manera ponía en crisis esa idea de autenticidad vinculada al material original.
En el año 1994 se hace justamente en Japón una Reunión para discutir y replantear el tema de la autenticidad; es de destacar que esto se hace en el momento en que en el contexto de la cultura mundial se estaba discutiendo el tema de la diversidad cultural y el respeto por esta diversidad.
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Uno de los aspectos importantes de estas últimas décadas es que hay, al menos en las intenciones, una tendencia a romper esta idea de países centrales, países periféricos, de culturas más desarrolladas que otras, o para decirlo en términos mucho más trágicos, culturas superiores y culturas inferiores. |
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Hay una diversidad cultural, lo que hay son culturas diferentes. Y cada cultura tiene su propia práctica, su propia cosmovisión, sus propios sistemas de valores, etc.
Esto es lo que de alguna manera trasunta este documento de Nara. Justamente dice que tanto los juicios sobre los valores reconocidos del patrimonio como sobre los valores de credibilidad sobre las fuentes de información, pueden diferir de cultura en cultura y aún, en el seno de una misma cultura. El respeto debido a esas culturas exige que cada obra sea considerada y juzgada en relación a los criterios que caracterizan el contexto cultural al que ella pertenece.
Lo que de alguna manera se incorpora a mediados de la década del 90 es una visión más vinculada a la idiosincrasia de cada comunidad, o digamos, a la visión cultural de cada grupo humano.
El Comité del Patrimonio Mundial periódicamente actualiza un documento que se llama las Directrices Prácticas para la Aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial.
En la edición del año 2005, cuando habla de la autenticidad dice qué aspectos hay que tener en cuenta para definir la autenticidad de un monumento, de un sitio, de una ciudad, de un paisaje, etc., y presenta un esquema mucho más complejo comparado con el que se había usado hasta pocos años antes, porque habla de la forma y del diseño, de los materiales y las sustancias, el uso y la función, pero incorpora también tradiciones, técnicas y sistemas de gestión, localización y entorno, lengua y otras formas del patrimonio inmaterial, o sea, suma el patrimonio inmaterial a la consideración de
la autenticidad.
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