El cuestionamiento de los hechos

El empirista construye su teoría del conocimiento y de la ciencia sobre la base firme de los hechos observables. Lamentablemente la inducción, herramienta lógica de su epistemología, le impide llegar hasta las leyes.

  • Para el refutacionista dogmático, los hechos refutan a las teorías; al hacerlo arroja por la borda junto con las hipótesis falsas, hipótesis que no necesariamente lo son, e inhibe investigaciones legítimas derivadas de las hipótesis ad-hoc.

  • El refutacionista liberalizado demuele cuidadosamente la seguridad en lo indudable de los hechos. Sin embargo, refleja más adecuadamente la actividad científica y estimula el aumento del conocimiento. Para su análisis, hablaremos sucesivamente de los hechos experimentales, y de los hechos observables.

El hecho experimental.

La presencia del experimento en la casi totalidad de las contrastaciones más o menos complejas altera de manera radical la sencilla "observabilidad" de los hechos, puesto que el hecho no sólo es fabricado por el diseño experimental, sino que además los resultados -los datos- son leídos a través de una teoría interpretativa, con cuyo auxilio se construyeron los instrumentos de lectura.

El color rojo que aparece en un papel tornasol permite leer la acidez de una orina sólo si se lo interpreta a la luz de una teoría muy simple, la que rige al mencionado papel. Menos inmediato y más complejo es el resultado que aporta un fotocolorímetro, pero el esquema es el mismo: una o más teorías nos aseguran que cierta desviación de la aguja quiere decir tal cosa, siendo tal cosa el hecho que el empirista y el refutacionista dogmático quieren ver como lo arquetípico de lo directamente observable y verificable, obviando las teorías interpretativas que llevan a asignar otro valor al rojo del papel, o al trazo del fotocolorímetro. Sea acidez o aumento de las gammaglobulinas, el dato no se encuentra en la simple observación, sino en la interpretación de lo observado.

Es suficiente dudar de la teoría interpretativa, o de la correcta disposición del instrumento, para poder cuestionar -ad-hoc, una vez más-, la validez de los datos expresados en el enunciado básico, transformándolo de indudable en falible, una hipótesis más, la más básica, pero hipótesis al fin.

Una situación quizás límite lo constituye la hipótesis de Prout, quien sostuvo en 1815 que todos los átomos están compuestos de átomos de hidrógeno -la unidad atómica de peso -, y que por lo tanto los pesos atómicos de todos los elementos puros eran múltiplos enteros del de hidrógeno. Todas las mediciones desmintieron esa afirmación durante casi un siglo, durante el cual los sucesores de Prout cuestionaron con éxito las sucesivas técnicas que permitían purificar y pesar sustancias -contribuyendo con la crítica a su perfeccionamiento-; fué corroborada recién cuando en el laboratorio atómico de Rutherford se diseñaron técnicas físicas de purificación, en reemplazo de las técnicas químicas empleadas hasta ese momento. El cuestionamiento de los enunciados básicos que refutaban a Prout, cuestionando las teorías interpretativas que permitían construirlo, duró casi un siglo.

 

 
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