La relación entre tiempo y espacio se fue distanciando progresivamente con la modernidad.
Antes del siglo XIX , cada lugar tenía su hora específica, determinada por la salida y la puesta del sol. Los acontecimientos en el tiempo tenían una íntima vinculación con un espacio determinado. Sin embargo, a fines del siglo XVII, con la difusión del reloj mecánico a sectores cada vez más amplios de la población, se empieza a instituir un nuevo concepto de temporalidad en el cual ya no existe una relación necesaria de los acontecimientos que dan en el tiempo con su desarrollo en un lugar determinado.
Los medios paradigmáticos de movilidad en la época del capitalismode organización –es decir, los ferrocarriles, el teléfono, el servicio postal, las redes viales- introdujeron una “convergencia tiempo-espacio” y una “convergencia tiempo-costo” a escala nacional. En cambio, los medios paradigmáticos del capitalismo avanzado –el cable de fibra óptica, las comunicaciones por satélite, el transporte aéreo- han provocado una convergencia espacio-tiempo y una convergencia tiempo-costo a escala global.
En la actualidad, muchas actividades importantes ocurren por debajo del umbral de la conciencia humana, lo cual significa que el tiempo social estructurado por el reloj pierde poco a poco su importancia en la organización contemporánea de la sociedad humana. El “tiempo de la computación” constituye la abstracción radical del tiempo y su separación extrema de los ritmos de la naturaleza. Si el tiempo del reloj fue el principio organizador de la modernidad, en el tardo-capitalismo avanzamos hacia un tiempo de lo instantáneo, tiempo que no se puede observar ni experimentar.
Gabriela Pedroza(8) señala que las nuevas redes de información y comunicación, controladas por unas cuantas corporaciones, han transformado el concepto del tiempo produciendo variadas formas nuevas de organización de las interacciones sociales, pues por un lado crean la posibilidad de la simultaneidad rompiendo las barreras de los horarios diferenciados para los grupos humanos que ahora se pueden conectar en el mismo instante; pero al mismo tiempo, ofrecen la posibilidad de enlazar a las personas asincrónicamente, es decir, en un tiempo que pude ser percibido como diferente pero en realidad se trata de un compás que se abre específicamente para el encuentro de personas que no pueden coincidir.
Esta idea del tiempo virtual –tal como lo resalta Pedroza- abre la posibilidad de que se lleven a cabo interacciones sociales en estos episodios temporales novedosos y propios solo de aquellos que utilizando los recursos de las tecnologías comunicacionales pueden compartirlos. Llevar a cabo conversaciones en las que se pueden entrar o salir en cualquier momento y participar en el diálogo, crea otros ritmos de interacción que responden a temporalidades inusuales. En otras palabras, las nuevas formas de relación social están siendo acomodadas y regidas por diferentes temporalidades que coexisten en una red de enlace producto de la comunicación.
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