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Ya casi pertenece al sentido común
definir a la sociología como "ciencia de la crisis".
La definición, ambigua, merece ser aclarada, sobre todo
porque para algunos el acople del término de crisis importa
cargar a la sociología con un contenido intrínsecamente
transformador o aun revolucionario. |
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Piénsese,
por ejemplo, en la desconfianza con que el pensamiento más cerradamente
tradicionalista observa contemporáneamente a esta disciplina, a
la que le atribuye poco menos que significados destructivos del orden
social. |
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Nada más lejano a esos propósitos podrá encontrarse,
sin embargo, en la génesis de la sociología, el tercero
de los grandes campos del conocimiento referido a las relaciones entre
los hombres que surgirá después del Renacimiento.
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Pero la respuesta que a ella propondrá, desde sus fundadores en
adelante, es antes bien que revolucionaria, conservadora o propulsora
de algunas reformas tendientes a garantizar el mejor funcionamiento del
orden constituido. |
En este sentido, el origen de la sociología se diferencia nítidamente
del desarrollo de la ciencia política y de la economía.
Ambas, girando alrededor de las ideas de contrato y de mercado, sostenidas
sobre el principio de la igualdad jurídica de los hombres, construían
las teorías específicas que generalizaban, en el plano del
pensamiento, las relaciones sociales históricamente necesarias
al desenvolvimiento del capitalismo. Complementaban en esta forma los
avances de las ciencias naturales contribuyendo a la secularización
del mundo, a la proyección del hombre burgués al plano de
dueño y no de esclavo de la naturaleza y de la sociedad.
El nacimiento de la sociología se plantea cuando ese nuevo
orden ha empezado a madurar, cuando se han generalizado ya las relaciones
de mercado y el liberalismo representativo, y en el interior de la flamante
sociedad aparecen nuevos conflictos, radicalmente distintos a los del
pasado, producto del industrialismo.
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El estímulo para la aparición
de la sociología es la llamada Revolución
Industrial; mejor, la crisis social y política
que dicha transformación económica genera. Con
ella aparece un nuevo actor social, el proletariado de las fábricas,
vindicador de un nuevo orden social, cuando todavía estaban
calientes las ruinas del "ancien Régime" abatido
por la Revolución Francesa. |
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Para dar respuesta a las conmociones que esta presencia señala,
en el plano de la teoría y de la práctica social, aparecerán
dos vertientes antitéticas:
- una será la del socialismo -proyectado del plano
de la utopía al de la ciencia por Karl Marx-;
- la otra lo que configura la tradición sociológica
clásica.
El orden estamental del precapitalismo aseguraba una unificación
entre lo social y lo político-jurídico. El capitalismo disolvería
esta identidad entre lo público y lo privado y con ello la idea
de la armonía de un orden integrado.
La sociología arrancará de este dato para intentar reconstruir
las bases del orden social perdido; de aquella antigua armonía
sumida ahora en el caos de la lucha de clases.
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En ese sentido, nace íntimamente ligada con los objetivos
de estabilidad social de las clases dominantes. Su función
es dar respuestas conservadoras a la crisis planteada en el siglo XIX. |
Es una ideología del orden, del equilibrio, aun cuando sea, al
mismo tiempo, testimonio de avance en la historia del saber, al sistematizar,
por primera vez, la posibilidad de constituir a la sociedad como objeto
de conocimiento.
Al romper la alienación con el Estado, los temas de la sociedad
-de la sociedad civil- pasan a ser motivo autónomo de investigación:
es el penúltimo paso hacia la secularización del estudio
sobre los hombres, y sus relaciones mutuas; el psicoanálisis, en
el siglo XX, conquistará un nuevo territorio, el de la indagación
sobre las causas profundas de la conducta.
La magnitud de los problemas que plantea la sociedad como objeto de
conocimiento impone un abordaje científico. La filosofía
social o política, las doctrinas jurídicas, no pueden ya
dar cuenta de los conflictos colectivos impulsados por la crisis de las
monarquías y por la Revolución Industrial.
Para quienes serán los fundadores de la sociología, ha
llegado la hora de indagar leyes científicas de la evolución
social y de instrumentar técnicas adecuadas para el ajuste de los
conflictos que recorren Europa.
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La ciencia social, a imagen de las ciencias de la naturaleza,
debía constituirse positivamente. En realidad su status no sería
otro que el de una rama de la ciencia general de la vida, necesariamente
autónoma, porque el resto de las ciencias positivas no podía
dar respuesta a las preguntas que la dinámica de las sociedades
planteaba, pero integrada a ellas por idéntica actitud metodológica. |
La sociedad, así, será comparable al modelo del
organismo. Para su estudio habrá que distinguir un
análisis de sus partes -una morfología o anatomía-
y otro de su funcionamiento: una fisiología.
Así definía Saint-Simon las tareas de la nueva ciencia:
"Una fisiología social, constituida por los hechos materiales
que derivan de la observación directa de la sociedad y una higiene
encerrando los preceptos aplicables a tales hechos, son, por tanto, las
únicas bases positivas sobre las que se puede establecer el sistema
de organización reclamado por el estado actual de la civilización".
Este positivismo, que exigía estudiar a la sociedad
como se estudia a la naturaleza, iba a encontrar su método en el
de la biología, rama del conocimiento en acelerada expansión
durante el siglo XIX. Para Emile Durkheim, que representa a la sociología
ya en su momento de madurez, el modelo que apuntalará a su fundamental
Las reglas del método sociológico (1895) será la
Introducción al estudio de la medicina experimental (1865) del
fisiólogo Claude Bernard.
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Pero el positivismo con el que se recubre y virtualmente se confunde el
origen de la sociología, tendrá también otro sentido,
no meramente referido a la necesidad de constituir el estudio de la sociedad
como una disciplina científica. |
Positivismo significa también reacción
contra el negativismo de la filosofía racionalista de la Ilustración,
contemporánea de la Revolución Francesa.
En realidad, los dos significados se cruzaban. La tradición
revolucionaria del Iluminismo operaba a través del contraste entre
la realidad social tal cual era y una Razón que trascendía
el orden existente y permitía marcar la miseria, la injusticia
y el despotismo. En ese sentido, en tanto crítica de la realidad,
era considerada como una
"filosofía negativa".
El punto de partida de la escuela positiva era radicalmente distinto.
La realidad no debía subordinarse a ninguna Razón Trascendental.
Los hechos, la experiencia, el reconocimiento de lo dado, predominaban
sobre todo intento crítico, negador de lo real. Hasta aquí,
este rechazo del trascendentalismo estimula la posibilidad de un avance
del pensamiento científico por sobre la metafísica o la
teología. Pero esta supeditación de la ciencia a los hechos
implicaba, simultáneamente, una tendencia a la aceptación
de lo dado como natural.
La sociedad puede incluir procesos de cambio, pero ellos deben estar
incluidos dentro del orden. La tarea a cumplir es desentrañar ese
orden -es decir desentrañar las leyes que lo gobiernan-, contemplarlo
y corregir las desviaciones que se produzcan en él. Así,
todo conflicto que tendiera a destruir radicalmente ese orden debía
ser prevenido y combatido, lo mismo que la enfermedad en el organismo.
Con esta carga ideológica nace la sociología clásica.
En la medida en que busca incorporar a la ciencia el estudio de los hechos
sociales por vía del modelo organicista, desnuda su carácter
conservador. Este rasgo incluye a todos sus portavoces, aunque existan
ecuaciones personales o culturales que diferencien a cada uno. Entre esas
diferencias culturales importantes -porque marcarán derroteros
distintos dentro de una misma preocupación global- están
las que separan a la tradición ideológica alemana
de la
francesa.
- Max Weber será la culminación de la primera
y
- Emile Durkheim de la segunda.
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