3.2 Hobbes (1588-1679)

Para Hobbes los hombres no encuentran placer sino un gran sufrimiento al convivir con otros donde no hay un poder superior capaz de atemorizarlos a todos.

“La mayor parte de los que han escrito sobre las repúblicas suponen que el hombre es un animal político, nacido con una cierta disposición natural a la sociedad. Pero si consideramos más de cerca las causas por las cuales los hombres se reúnen en sociedad, pronto aparecerá que esto no sucede sino accidentalmente y no por una disposición especial de la naturaleza.

“Hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia: primera, la competencia; segunda, la desconfianza; tercera, la gloria. La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda para lograr seguridad; la tercera para ganar reputación. [...] Con todo ello es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos”

 

Hobbes, Antología: Del ciudadano. Leviatán. Tecnos, Madrid 1965, p. 136-9.

El estado de naturaleza se asemeja a un Estado de guerra, la voluntad de confrontación violenta es explicita y declarada. Cada hombre es enemigo de cada hombre. No hay lugar para el trabajo, el cultivo, no hay arte, no hay letras, no hay sociedad.

Existe un miedo constante y peligro de perecer por muerte violenta.

La vida del hombre es solitaria, desagradable, brutal, corta. Hasta que no hay ley que prohíbe los actos, no hay actos buenos o malos en sí mismos. Reina la amoralidad.

El poder común es para temer, someter, atemorizar.

En el estado de guerra o salvaje nada puede ser injusto. Las nociones de moral o inmoral no tienen cabida. Donde no hay un poder común, no hay ley y donde no hay ley no hay justicia. La fuerza y el fraude son dos virtudes de la guerra.

Justicia y la injusticia no son facultades naturales, sólo se refieren al hombre cuando está en sociedad.

Según algunos filósofos de la sociedad de los siglos XVII y XVIII, el estado de naturaleza designa el hipotético estado en el que se hallaba la humanidad antes de la existencia de cualquier forma de gobierno o de sociedad civil. Esta situación inicial, no «contaminada» por ninguna institución política, fue especialmente utilizada por los defensores de un contrato social, para determinar las características específicamente naturales de la humanidad y fundamentar sobre ellas las condiciones de legitimidad de la organización social y del poder político. De hecho, estos filósofos seguían la clásica contraposición elaborada por los sofistas entre naturaleza y convención.

Los autores en los que este concepto tiene una especial relevancia son: Hobbes, Locke y Rousseau, aunque entienden esta hipotética situación o estado de naturaleza de formas muy diversas.

En De cive, y en el Leviatán, Hobbes sustenta que, en ausencia de instituciones políticas, la humanidad viviría en un estado de guerra civil permanente entre todos los hombres pues, siendo todos iguales, desean lo mismo y luchan entre sí por conseguirlo.

La característica fundamental del ser humano en el estado de naturaleza es, según Hobbes, el egoísmo, y puesto que no está sometido a ninguna clase de constricción legal, se impone el derecho del más fuerte, de forma que todo hombre es un enemigo para cualquier otro: el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus). Pero, a diferencia de los animales, el hombre está dotado de razón, y en ejercicio de su racionalidad el hombre prefiere garantizar su seguridad aunque para ello tenga que ceder parte de su libertad en una forma de contrato social que otorga el poder al gobernante.

De ahí nace la legitimidad del poder, pero este contrato social puede entenderse de diversas maneras. Si la colectividad cede el poder a un grupo o asamblea, lo único que logra es reducir las pugnas y el estado de enfrentamiento entre los miembros de dicho grupo, en el que se reproduciría la lucha de todos contra todos. Por ello, Hobbes sustenta que solamente el monarca absoluto puede garantizar la administración de las libertades que los súbditos le entregan. En cuanto depositario de los derechos y libertades de la colectividad el monarca está por encima de las leyes que promulga, razón por la cual su poder es absoluto.


De esta manera, la hipótesis del estado de naturaleza sirve a Hobbes como legitimación de la monarquía absoluta.
 
 
 
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