La ciudad imaginada


Una de las características de las grandes metrópolis en la actualidad es la angustia que se experimenta frente a territorios cuya extensión, complejidad y crecimiento desordenado no hacen accesible poder abarcarlos en la imaginación. En la actualidad, las grandes ciudades ya no pueden ser narradas, descriptas o explicadas como a principios del siglo XX.

Néstor García Canclini(8) señala que hoy es posible que existan diversas ciudades imaginables respecto a la misma ciudad, pues ello está vinculado con la relación entre las diferencias socio-culturales de sus habitantes y la diversidad de imaginarios urbanos que aquellos construyen.

Dichos imaginarios pueden definirse como retratos incompletos de la ciudad cuyas demarcaciones y contenidos dependen del punto de vista desde donde se construyen.


En el pasado, en la ciudad de Buenos Aires, el sentido de vivir juntos se estructuraba en torno de marcas históricas compartidas y un espacio abarcable –los itinerarios cotidianos- por todos los que habitaban la ciudad.
Pero, en el contexto actual, es más difícil la construcción de imágenes y representaciones totalizadoras que aglutinen la multiplicidad de sentidos posibles en relatos únicos.
En los últimos años, se han realizado numerosos estudios que ponen de relieve los significados que una ciudad va cobrando a lo largo del tiempo, destacando que los mismos no son sólo el resultado de las condiciones objetivas del desarrollo urbano (sociopolíticas, demográficas, económicas, etc.) sino de los modos en que sus habitantes imaginan esas condiciones.


Al mismo tiempo, se admite hace tiempo que la construcción de la ciudad en los discursos imaginarios contribuyen a configurar sus sentidos: descripciones literarias, el cine, las canciones urbanas, el discurso periodístico, entre otros, han posibilitado, por ejemplo, que sobre la ciudad de Buenos Aires exista durante gran parte del siglo XX una coherencia imaginaria.

Dichos discursos al conformar una concepción colectiva de la ciudad, dicen no sólo como se ve la ciudad, sino postulan un modelo ideal de ciudad desde la perspectiva de quienes lo elaboran.

García Canclini sostiene que las referencias emblemáticas que existían sobre algunas grandes ciudades se han debilitado, fragmentado. Gran parte de lo que sucede en las grandes ciudades hoy –aún de lo que más cerca nos concierne- es incognoscible. Vivir en una gran ciudad, para la mayoría, es un objeto enigmático y esta distancia, contribuye a potenciar la angustia cultural del urbanitas contemporáneo.

Frederic Jameson(9) se refiere a esta problemática cuando cita la obra de Kevin Lynch “The image of the city” donde este autor afirmaba que las grandes urbes son un espacio en el que las personas son incapaces de representarse (mentalmente) su propia posición o la totalidad urbana en la que se encuentra. Para Lynch, un sujeto en el cruce de grandes carreteras o autopistas, donde no existe ninguna de las señales tradicionales (monumentos, límites naturales, construcciones que brinden perspectivas) se desconcierta y angustia ante la complejidad inabarcable. La desalienación requeriría, según Lynch, la reconquista de un sentido de lugar, y la construcción o reconstrucción de un conjunto interrelacionado que pueda ser retenido en la memoria y que el sujeto logre trazar en un mapa de trayectorias alternativas.

Jameson, por su parte, critica el modelo de Lynch puesto que el mismo no se corresponde con lo que puede ser el trazado de un mapa. Para Jameson, el sujeto de Lynch, es decir, el urbanitas actual, se guía en base a itinerarios, operaciones precartográficas,

diagramas organizados alrededor del viaje existencial o el sujeto, y que señalan, además, diversas características, claves significativas: oasis, cadenas montañosas, ríos, monumentos, etc. La forma más desarrollada de tales diagramas es el itinerario náutico, la carta marina o portulans, donde se señalan los rasgos de la costa para uso de los navegantes del Mediterráneo, que rara vez se aventuran a salir al mar abierto”(10)
 

Sin embargo, para Jameson


lo que se requiere del mapa cognitivo, en el más estrecho marco de la vida cotidiana de la ciudad física es: permitir una representación situacional por parte del sujeto individual de esa más vasta totalidad imposible de representar que es el conjunto de la estructura de la ciudad como un todo”.(11)

Lecturas sugeridas:
 
Augé, M (1993) Los no-lugares. Barcelona: Editorial Gedisa.
Sarlo, B. (2001) Tiempo presente. Notas sobre el cambio de una cultura. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores Argentina.
Borja, J. (2003) La ciudad conquistada. Madrid: Alianza Editorial.
 

8 -García Canclini, Néstor y otros (1996) la ciudad de los viajeros. México: Universidad Autónoma Metropolitana/Editorial Grijalbo.

9 - Jameson, F. (1991) Ensayos sobre el posmodernismo. Buenos Aires: Imago Mundi.

11 - Jameson, F (1991) Ob. Cit. pág. 83.

12 - Jameson, F (1991) Ob. Cit. pág. 83.

 
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