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En otras palabras, junto a las dimensiones planetarias producto de la globalización de los negocios, las finanzas, el comercio, el flujo de información, se efectiviza un proceso “localizador”, de fijación del espacio.
Z. Bauman(12) propone que la movilidad es el factor que polariza los extremos de esas dos tendencias y, en consecuencia, es el principal factor de estratificación en el contexto actual. |
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A continuación, expondré sucintamente su tesis. |
A lo largo de la historia, las fronteras naturales o artificiales de las unidades territoriales, la distinción entre adentro y afuera, han sido resultado de las limitaciones de tiempo y costos para la libertad de movimientos. Es decir, la “distancia” lejos de ser objetiva, de tener un carácter físico, en realidad su definición está ligada a las posibilidades sociales de contar con recursos para superarla.
De allí que las distancias –ahora o en el pasado- no han tenido la misma significación para todos los sectores sociales. |
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En el pasado, las fronteras no implicaron la misma significación como barrera para las elites adineradas y poderosas que para los sectores populares. Las primeras, con inclinaciones cosmopolitas, con clara tendencia a buscar “puertas afuera” cualquier modelo de referencia, privilegiaron una cultura que minimizaba las limitaciones de las fronteras, las que eran muy importantes para los sectores populares. |
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En la actualidad, para determinados sectores sociales –como hemos visto en la primera Unidad Temática- existen pocas diferencias entre lo próximo y lo ajeno, entre adentro y afuera. Justamente, los indicadores de tiempo y espacio pierden importancia para aquellos que tienen la posibilidad de desplazarse con la velocidad del espacio electrónico. |
En el pasado, la idea de comunidad se sustentaba –en gran medida- en la brecha existente entre |
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la comunicación casi instantánea en el interior de la colectividad (comunicación que era directa, interacción cara a cara) |
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y la comunicación entre localidades (que implicaba grandes costos en tiempo y dinero). |
De cierto modo, la fragilidad actual de la idea de comunidad deviene entonces de la desaparición de aquella brecha: |
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la comunicación intercomunal puede llegar a ser más ventajosa incluso que la otra (por ejemplo, puede ser más rápida la comunicación informática con cualquier lugar del mundo que intentar visitar un amigo que vive a veinte cuadras en la ciudad de Buenos Aires). |
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En un mundo donde las relaciones sociales necesariamente no eran mediadas –hablamos del pasado-, donde la interacción social era directa, existían numerosas metáforas de la acción social que se basaban en la proximidad de los cuerpos, metáforas orgánicas como: el enfrentamiento era cara a cara, la justicia era ojo por ojo, la solidaridad era hombro a hombro, etc. En el contexto del ciberespacio y la cultura electrónica de la información, dichas metáforas han perdido sentido. |
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Entonces Bauman enfatiza que la sociedad actual es una sociedad estratificada como tantas otras que han existido en la historia pero, lo que diferencia a una sociedad de otra es el rasero de la estratificación, el vector que sirve para diferenciar a los que quedan “arriba” o “abajo” de la escala social: en la sociedad actual esa medida es el grado de movilidad, es decir, la capacidad para elegir cómo y dónde desplazarse (ya sea material o virtualmente). |
En ese sentido lo único que solicitan es seguridad y aislamiento: la desterritorialización del poder va de la mano con la construcción de barreras cada vez más impermeables del territorio “físico” (las características de estas modalidades de segregación espacial las veremos en el punto siguiente).
Para los “globalmente móviles”, el espacio ha perdido sus cualidades restrictivas y se circula fácilmente de modo real o virtual. |
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Los “globalmente móviles” viven en el tiempo, el espacio no rige para ellos. |
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Los “otros”, los que Bauman llama los “localmente sujetos”, no tiene opción, están pegados –en el mejor de los casos- al territorio, son los que no tienen posibilidades de huir de los lugares peligrosos, carenciados, sórdidos de las grandes ciudades. Estos, los “localmente sujetos”, las grandes masas del segundo, tercer o cuarto mundo, viven en la realidad de espacio, en tanto el tiempo es vacío, el tiempo de la desocupación, un tiempo que no controlan ni los controla (como el clásico tiempo fabril, el del fichaje a la entrada o salida del trabajo). |
Ambos “tipos ideales”, que ofrece como metáfora Barman, permiten numerosos matices intermedios o más extremos. |
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Precisamente, en el caso de los “localmente sujetos”, una variante radicalizada son los “refugiados” del mundo entero pues ellos ni siquiera están aferrados a un territorio: se les ha quitado el suelo bajo los pies.
Los refugiados se encuentran en una paradoja: se los expulsa de su país de origen y, al mismo tiempo, no se les permite la entrada de ningún otro. No cambian de lugar, sino pierden su lugar en la tierra.
En este sentido, su condición es la de una extraterritorialidad compulsiva, la semblanza caricaturesca o el rostro perverso de la extraterritorialidad de la que hacen gala las elites móviles. |
Bauman(13) afirma que los campos de refugiados son una manifestación tan integral de la globalización como son los “no-lugares” en los que se mueven y desplazan por el mundo los “globalmente móviles”. |
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Los campos de refugiados y los no-lugares comparten cierto carácter: ambas instalaciones suponen un hueco tanto en el espacio como en el tiempo, una suspensión provisoria de la adscripción territorial (recuerden las características de los no-lugares). Pero los dos tipos de extraterritorialidad están ubicados en los polos opuestos de la globalización: en un caso es un servicio posible de disponer a voluntad, en el otro un destino ineludible. |
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12 - Bauman, Z. (1999). La globalización. Consecuencias humanas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
13 - Bauman, Z. (2004). La ciudad sitiada. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. |
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