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A medida que avanzamos en el siglo XXI, empiezan a acentuarse ciertos procesos de segmentación espacial y polarización social que constituyen el sedimento de una creciente conflictividad social. Se trata de un fenómeno que excede las características de la segregación urbana que caracterizó el desarrollo del capitalismo de producción, es decir diferencias en las viviendas o consolidación de zonas delimitadas por factores de riqueza o clase. |
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J. Bindé(14) destaca que se ha ido afirmando en numerosas partes del mundo una tendencia a la conformación de enclaves de privilegiados y, cada vez más aislados, encerrados en ellos mismos, situados en los centros históricos de ciertas ciudades (como en Europa) o en áreas circundantes (como en Estados Unidos, México o la ciudad de Buenos Aires).
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La cohesión en estas nuevas modalidades urbanas se basa menos en el sentido de pertenencia a una nación o ciudad, que en el hecho de compartir ciertos estilos de vida y lugares exclusivos. |
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Quienes viven en estos refugios de lujo (la contra cara de los “otros” refugios) expresan su identidad compartiendo los símbolos de la globalización y una supuesta cultura cosmopolita de consumo. |
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En contraste, existen otros grupos sociales sujetos a diversas formas de rechazo o marginación, a quienes el sistema ha expulsado, excluidos de los circuitos sociales, de la condición de ciudadanos, de la participación en la ciudad (son, por ejemplo, los “cazadores” del texto de D. Merklen que tienen como lectura obligatoria). |
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En numerosos países del mundo se está contemplando el crecimiento de comunidades cerradas, protegidas por muros, por vallas o barreras infranqueables, protegidas por sistemas de seguridad y vigilancia que suponen una combinación de servicios prestados por empresas privadas y fuerzas de policía pública. |
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En los Estados Unidos, según ciertos cálculos, entre 4 y 8 millones de personas viven actualmente en “comunidades cerradas”. |
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Se observa entonces, la creciente privatización de espacio público con la consolidación de ciertos microcosmos urbanos separados del mundo y encerrados en sí mismos.
Bindé afirma: |
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“Estos enclaves fortificados pretenden crear mundos que exhiben las características de la autarquía, mundos que proscriben o devalúan la vida en la calle, que se considera en términos negativos y se identifica con todas las patologías de la vida urbana. La relación que se establece de este modo es no-relacional, una relación de evitación (...) Así, frecuentar la vía pública lleva consigo un estigma social y está proscrito por la elite. Por lo tanto, todos los vicios se convierten en públicos y todas las virtudes en privadas.”(15) |
Las formas contemporáneas de apartheid urbano van en dirección contraria del modelo ideal de ciudad moderna, ideal nunca alcanzado plenamente pero que servía como parámetro de referencia y aspiración a la progresiva integración de los ciudadanos y los habitantes de la ciudad. |
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El peligro del apartheid urbano no es sólo el deterioro del contrato social sino que dicha tendencia se refuerza con el tiempo. |
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De allí que cualquier política que intente contrarrestar esos efectos debería tratar de |
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reconstruir el dominio público, |
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favorecer la justicia social, |
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políticas de educación, |
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políticas contra la inseguridad urbana, |
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políticas en general que tiendan a humanizar la vida en la ciudad. |
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