Buenos Aires: del barrio a los enclaves fortificados

Beatriz Sarlo(16) señala que las grandes ciudades argentinas como Rosario o Buenos Aires, fueron construidas en tiempos relativamente cortos, ciudades del siglo XIX y fundamentalmente de sus últimas décadas.

Los sectores dominantes que orientaron y llevaron a cabo cierta planificación urbana de dichas ciudades, sostuvieron un ideal de ciudad relativamente homogéneo,

no porque las clases sociales debían mezclarse invariablemente en cada uno de los puntos de la trama urbana, sino porque ésta debía ofrecer una distribución equitativa de espacios y equipamientos: parques, escuelas, hospitales, bibliotecas (que luego la iniciativa privada completó con teatros, cines, centros comerciales, y la iniciativa pública con clubes deportivos o sociales y asociaciones barriales)”.(17)

En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, aunque la división entre sur y norte significó la separación entre ricos y pobres, fue una frontera ciertamente permeable producto de la movilidad social.

Ese horizonte de movilidad social –como lo ha señalado Adrián Gorelik- era apreciable en numerosos rasgos del paisaje urbano: una ciudad relativamente homogénea, con un espacio público expandido cuyos focos de desigualdad (villas miserias o barrios exclusivos) se restringían a lugares precisos y no caracterizaban el conjunto.

Es en esta ciudad la que ha entrado en crisis, fenómeno inseparable de la crisis social que se desplegó en nuestro país en las últimas décadas y que ha ocasionado profundos cambios en el tipo de lazo social predominante y en el modelo real y concreto de ciudadanía.


La expansión de una lógica de modernización por enclaves (megaemprendimientos, shoppings, barrios cerrados, countries, “ciudades privadas”) y, al mismo tiempo, la proliferación de nuevos asentamientos en el conurbano bonaerense, son la expresión de las políticas privatizadoras que asolaron el país con sus consecuencias más trágicas de exclusión y marginalidad al mismo tiempo.

Richard Sennett(18) llamó la atención hace muchos años sobre la “caída del hombre público”, es decir, sobre los numerosos factores que condujeron –durante el desarrollo de la modernidad- a la devastación del espacio público.


Una consecuencia de este deterioro son los cambios en el carácter de la protección que la ciudad debe brindar: la ciudad, que en un principio existió para proteger a sus residentes intramuros de los demonios que venían de afuera, hoy está asociada más con el peligro que con la seguridad. Los miedos urbanos hoy –a diferencia de los que posibilitaron la construcción de las ciudades en el pasado- se concentran en el “enemigo puertas adentro”.



Pensar

Los que sufren estos temores se preocupan menos por la integridad de la ciudad en su totalidad que por el aislamiento y protección dentro de ella o en sus cercanías.


El peligro ahora es el Otro cercano pero indeseable, no los ejércitos extranjeros o los asaltantes de caminos que antes se encontraban en el extramuros.

Una de las estrategias de supervivencia en las megalópolis modernas –para aquellos que tienen recursos- es evitar el Otro, mantenerlo a distancia. Esta opción se materializa con la construcción de urbanizaciones cerradas (countries, barrios privados), donde el espacio público y el espacio cerrado se entretejen sin solución de continuidad y los peligros de la ciudad se anulan gracias a los mecanismos de control.

En ciertos casos, esta idea de lograr un entorno ideal para vivir, una burbuja incontaminada de peligros y conflictos, llega tan lejos como para proponer una ciudad a escala humana, “ciudades humanas”.


Zaida Muxi(19) enfatiza que estos modelos son –desde el nombre- un simulacro: no puede haber una ciudad privada, una ciudad no puede ser un sitio de homogeneidad absoluta, sin diversidad, sin conflictos, sin espacios públicos.

Estos proyectos, como el emprendimiento Nordelta en la provincia de Buenos Aires, que apunta a una superficie de 1600 ha. y una previsión de habitantes entre 80.000 y 100.000, planifica “funciones integradas como en toda ciudad”, con circuitos informáticos conectados a los hogares para que los padres vigilen a los hijos, con centros asistenciales, policía, bomberos, control en las calles con sistemas similares a las autopistas, etc. Simulacro y control como pilares de las pseudocomunidades del nuevo siglo: simulacro de ciudad, de sociedad y al mismo tiempo, control, vigilancia de áreas públicas; y de padres sobre hijos. Y una ausencia ostensible: falta de espacios de representación civil y política, las bases de un modelo societal que propone nexos de unión en términos contractuales de propiedad, como una empresa.


Maristella Svampa(20) destaca que, comprender la especificidad que el proceso de segregación espacial toma en la Argentina, exige situarlo dentro del marco de las transformaciones de la estructura social y la inmersión acelerada en una lógica global de privatización que se aceleró hasta límites insospechados en la década del ’90.

Estas tendencias están redefiniendo nuestra concepción de ciudadanía que es tributaria de un modelo de ciudad que heredamos de Europa.


Svampa señala que la noción de seguridad urbana varía según la interpretación social que hagamos del fenómeno (recordemos que “la crisis de seguridad urbana” es uno de los motivos que fundamentan el creciente proceso de apartheid urbana).

Una de las explicaciones más extendidas en Estados Unidos sobre la inseguridad urbana hace hincapié en la pérdida de control del territorio por parte del grupo de pertenencia, al tiempo que afirma el derecho del ciudadano a la recuperación y autodefensa incluso armada (recomiendo para entender esta concepción la película “Bowling for Columbine” de Michael Moore).
   
En Europa, en cambio, donde tradicionalmente la protección del ciudadano ha dependido del Estado, la autodefensa constituye un hecho excepcional y el problema es vivido, en especial, como una crisis del Estado y, en casos extremos, como la crisis de un modelo de ciudadanía.

En términos políticos –Svampa lo puntualiza con claridad- los tipos presentados remiten a dos modelos diferentes de ciudadanía:

1. El primero representa el borramiento de los límites entre lo privado y lo público e implica, en última instancia, un modelo de ciudadanía privada basado en la “autorregulación”, en la autotutela individual.
2. En el segundo se afirma la separación entre espacio público y privado a través de un modelo universal de ciudadanía que encuentra su correlato en el reconocimiento de la autoridad del Estado y su poder de regulación.

Ambos modelos de sociedad se apoyan sobre tipos urbanos diferentes.


En Estados Unidos, desde mediados del siglo XIX, los suburbios encarnan el marco ideal de la familia y deviene el lugar de asentamiento natural de las clases medias superiores, mientras que la ciudad aparece limitada a las funciones económicas y a la integración de los inmigrantes. Es decir, lo claramente representativo del “estilo de vida americano” es su indiscutible apartheid.
   
Por el contrario, la visión europea-mediterránea considera la ciudad industrial como centro político y económico. Además, la ciudad es concebida como el lugar de encuentro privilegiado entre categorías sociales diferentes. Precisamente por ello, Zaida Muxi afirma que pretender hacer ciudades “adormecidas” habitadas por clónicos, vivir en una escenografía de Disney que es un simulacro de realidad –como “El Show de Truman”- donde todos se parecen y conocen, es un gran despropósito. Es una propuesta que niega la esencia misma de la ciudad que consiste en la heterogeneidad: la ciudad es el lugar del encuentro casual y azaroso, del conflicto y la convivencia.


La tendencia mencionada es, por otra parte, una concepción urbana ajena a la historia de la ciudad mediterránea y europea –que hemos heredado-, que ha aportado a la tradición urbana una manera de disfrutar colectivamente el espacio urbano.

Las ciudades mediterráneas se constituyeron en el tiempo a través de una adecuada articulación de espacios domésticos y edificios públicos, calles y plazas que permiten el ejercicio de la civilidad y la transición gradual de lo público a lo privado, sitios donde la figura del extraño es tolerado. En ese sentido, es oportuno destacar que el nombre de muchos elementos arquitectónicos y urbanos dedicados a las relaciones humanas son de origen latino:
 
patio,
pórtico,
vestíbulo,
terraza,
bulevar,
incluso el café, lugar emblemático de encuentro en la ciudad.


Este modelo de ciudad, imitado, heredado en América Latina, tuvo desde siempre una dificultad casi insalvable:
las flagrantes desigualdades sociales que imponían de hecho el reconocimiento de una fractura social. Sin embargo, el modelo ideal funcionó con fuerte peso en el imaginario de los argentinos hasta casi finales del siglo XX. A mediados de la década del `90 la nueva cartografía social en el país ya revelaba una creciente polarización entre los ganadores y los perdedores del modelo neoliberal dominante por entonces, proceso que echó por tierra el poderoso mito integrador del progreso indefinido, estrechamente asociado a la idea de una clase media fuerte y homogénea, cuya expansión caracterizó al país a lo largo del siglo XX.



Para finalizar, en los albores del siglo XXI, asistimos a un creciente proceso de “fractura urbana” donde las clases altas y medias (concentradas en el primer caso, sobrevivientes en el segundo) buscan profundizar las formas de segregación espacial en la ciudad. Esto significa el desplazamiento de un modelo de “ciudad abierta”, básicamente europeo centrado en la noción de espacio público y en valores como la ciudadanía política y la integración social, hacia un régimen que implica el final de cierta expectativa política-integradora y que conlleva la disolución de formas tradicionales de solidaridad y su reemplazo por conductas y prácticas que ejemplifican el fenómeno de privatización de la vida social.




Lecturas sugeridas:

Svampa, M (2001) Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados. Buenos Aires: Editorial Biblos.
Sennett, R. (2002) El declive del hombre público. Barcelona: Editorial Península

 

 

16 - Sarlo, B. (2001) Tiempo presente. Notas sobre el cambio en la cultura. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

17 - Sarlo, B. (2001) Ob. Cit. Pág. 53

18 - Sennett, R. (2002) El declive del hombre público. Barcelona: Ed. Península.

19 - Muxi, Z. (2003) La arquitectura de la ciudad global. Barcelona: Ed. G. Gili.

20 - Svampa, M. (2001) Los que ganaron: la vida en los countries y barrios privados. Buenos Aires: Editorial Biblos.

 
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