Mediante la tendencia secular a la individualización, se torna poroso el conglomerado social, la sociedad pierde conciencia colectiva y, por ende, su capacidad de negociación política. La búsqueda de respuestas políticas a las grandes cuestiones del futuro se ha quedado ya sin sujeto y sin lugar.
Según esta negrísima visión, la globalización económica no hace sino consumar lo que se alienta intelectualmente mediante la posmodernidad y políticamente mediante la individualización, a saber, el colapso de la modernidad.
Vistos desde esta perspectiva, los neoliberales serían los liquidadores de Occidente, aun cuando se presentan como sus reformadores. Por lo que se refiere al Estado asistencial, la democracia y la vida pública es una modernización en este contexto condenada a muerte.
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Por globalismo debemos entender la concepción según la cual el mercado mundial desaloja o sustituye al quehacer político; es decir, la ideología del dominio del mercado mundial o la ideología del neoliberalismo.
Esta procede de manera monocausa, economicista y reduce la pluridimensionalidad de la globalización a una sola dimensión, la económica, dimensión que considera asimismo de manera lineal, y pone sobre el tapete (cuando, y si es que, lo hace) todas las demás dimensiones, las globalizaciones ecológica, cultural, tecnológica, política y social sólo para destacar el presunto predominio del sistema de mercado mundial. |
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Lógicamente, con esto no queremos negar ni minimizar la gran importancia de la globalización económica y financiera en cuanto opción y percepción de los actores más activos. El núcleo ideológico del globalismo reside más bien en que da por tierra con una distinción fundamental de la primera modernidad, a saber, la existencia necesaria del vínculo entre política y economía. |
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La tarea principal de la política, delimitar bien los marcos jurídicos, sociales y ecológicos dentro de los cuales el quehacer económico es posible y legítimo socialmente, se sustrae así a la vista o se enajena. El globalismo pretende que un edificio tan complejo como el Estado Nacional es decir, el Estado, la sociedad, la cultura, la política exterior debe ser tratado como una empresa . En este sentido, se trata de un imperialismo de lo económico bajo el cual las empresas exigen las condiciones básicas con las que poder optimizar sus objetivos. |
Existe un globalismo afirmador, pero también otro negador, el cual, persuadido del predominio ineluctable del mercado mundial, se acoge a varias formas de proteccionismo:
- Los proteccionistas económicos lamentan el hundimiento de los valores y la pérdida de importancia de lo nacional, pero, al mismo tiempo, y de manera un tanto contradictoria, llevan a cabo la destrucción del Estado Nacional sosteniendo políticas neoliberales.
- Los proteccionistas verdes descubren al Estado Nacional como un biotopo político amenazado de extinción, que protege los valores medioambientales contra las presiones del mercado internacional y, en tal sentido, merece ser protegido al igual que la misma naturaleza.
- Los proteccionistas social demócratas siguen aireando en todas las cuestiones el lema de la lucha de clases. Para ellos, la globalización es un sinónimo más de “ya lo habíamos advertido”. Están celebrando la fiesta de una resurrección marxista. En cualquier caso, se trata de una cegada porfía de la utopía.
De todas maneras en estas trampas del globalismo hay que distinguir eso que se ha dado en llamar globalidad y globalización.
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La globalidad significa lo siguiente: hace ya bastante tiempo que vivimos en una sociedad mundial , de manera que la tesis de los espacios cerrados es ficticia.No hay ningún país ni grupo que puedan vivir al margen de los demás. Es decir, que las distintas formas económicas, culturales y políticas no dejan de entremezclarse y que las evidencias del modelo occidental se deben justificar de nuevo. |
Así, “sociedad mundial” significa la totalidad de las relaciones sociales que no están integradas en la política del Estado Nacional ni están determinadas (ni son determinables). Aquí la auto-percepción juega un papel clave en cuanto que la sociedad mundial en sentido estricto para proponer un criterio operativo (y políticamente relevante) significa una sociedad mundial percibida y reflexiva.
La pregunta de hasta qué punto se da dicha sociedad, se puede convertir empíricamente, en la pregunta de cómo y hasta qué punto los hombres y las culturas del mundo se perciben en sus diferencias respectivas y hasta qué punto esta auto percepción desde el punto de vista de la sociedad mundial se torna relevante desde la conducta.
Esto presupone varias cosas muy diferenciadas; por ejemplo, formas de producción transnacional y competencia del mercado de trabajo, informes mundiales en los medios de comunicación, boicots de compras transnacionales, formas de vida transnacionales, crisis y guerras percibidas desde un punto de vista “global”, utilización militar y pacífica de la energía atómica, la destrucción de la naturaleza, etc.
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Por su parte, la globalización significa los procesos en virtud de los cuales los Estados Nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios. |
Existe una afinidad entre las distintas lógicas de las globalizaciones ecológica, cultural, económica, política y social, que no son reducibles ni explicables las unas a las otras, sino que, antes bien, deben resolverse y entenderse a la vez en sí mismas y en mutua interdependencia.
La suposición principal es que sólo así se puede abrir la perspectiva y el espacio del quehacer político. ¿Por qué? Porque sólo así se puede acabar con el hechizo despolitizador del globalismo, pues sólo bajo la perspectiva de la pluridemensionalidad de la globalidad estalla la ideología de los hechos consumados del globalismo.
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Pero ¿qué es lo que torna irrevisable la globalidad? |
He aquí ocho razones posibles:
- El ensanchamiento y la creciente densidad del intercambio internacional, así como el carácter global de la red de mercados financieros y del poder cada vez mayor de las corporaciones multinacionales.
- La revolución permanente en el terreno de la información y las tecnologías de la comunicación.
- La exigencia, universalmente aceptada, de respetar los derechos humanos también considerada como uno de los principios de la democracia.
- Las corrientes icónicas de las industrias globales de la cultura.
- La política mundial posinternacional y poli céntrica: junto a los gobiernos hay cada vez más actores transnacionales con cada vez mayor poder (multinacionales, organizaciones no gubernamentales, Organismos Internacionales como Naciones Unidas, FMI, etc.).
- El problema de la pobreza global.
- El problema de los daños y atentados ecológicos globales.
- El problema de los conflictos transculturales y étnico religiosos en un lugares concretos.
Con tales presupuestos cobra la sociología nueva importancia como investigación de lo que significa la vida humana en el mundo. La globalidad nos recuerda el hecho de que, a partir de ahora, nada de cuanto ocurra en nuestro planeta podrá ser un suceso localmente delimitado, sino que todos los descubrimientos, victorias y catástrofes afectarán a todo el mundo y que todos deberemos reorientar y reorganizar nuestras vidas y quehaceres, así como nuestras organizaciones e instituciones, a lo largo del eje “local -global”.
Así entendida, la globalidad ofrece a nuestra consideración la nueva situación de la segunda modernidad. En este concepto se recogen al mismo tiempo los motivos básicos de por qué las respuestas tipo de la primera modernidad resultan contradictorias e inservibles para la segunda modernidad, con el resultado de que se debe fundar y descubrir de nuevo la política para el tiempo que dure la segunda modernidad.
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La singularidad del proceso de globalización radica actualmente (y radicará sin duda también en el futuro) en la ramificación, densidad y estabilidad de sus recíprocas redes de relaciones regionales globales empíricamente comprobables y de su autodefinición de los medios de comunicación, así como de los espacios sociales y de las citadas corrientes icónicas en los planos cultural, político, económico, militar y económico .
Las formas de integración - reacción al nuevo orden mundial, identidad cultural y etnias religiosas como contrapoder. |
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La sociedad mundial no es, pues, ninguna mega sociedad nacional que contenga y resuelva en sí todas las sociedades nacionales, sino un horizonte mundial caracterizado por la multiplicidad y la ausencia de integrabilidad, y que sólo se abre cuando se produce y conserva en actividad y comunicación.
Los escépticos de la globalidad se preguntarán: ¿qué hay de nuevo en todo esto? Para luego sentenciar: nada del otro mundo.
Pero se equivocan desde los puntos de vista histórico, empírico y teórico.
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Nuevo no es sólo la vida cotidiana y las transacciones comerciales allende las fronteras del Estado Nacional al interior de un denso entramado con mayor dependencia y obligaciones recíprocas. |
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Nueva es la autopercepción de esta transnacionalidad (en los medios de comunicación, en el consumo, en el turismo). |
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Nueva es la “translocalización” de la comunidad, el trabajo y el capital. |
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Nuevos son también la conciencia del peligro ecológico global y los correspondientes escenarios de actividad. |
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Nueva es la incoercible percepción de los otros transculturales en la propia vida, con todas sus contradictorias certezas. |
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Nuevo es el nivel de circulación de las “industrias culturales globales”. |
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Nuevo es también el paulatino abrirse paso de una imagen estatal europea, así como la cantidad y poder de los actores, instituciones y acuerdos transnacionales. |
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Finalmente, nuevo es también el nivel de concentración económica, que, pese a todo, se ve contrarrestado por la nueva competencia de un mercado mundial que no conoce fronteras. |
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Finalmente, y en consecuencia, globalización significa también: ausencia de Estado mundial.
Más concretamente: sociedad mundial sin Estado mundial y sin gobierno mundial.
Estamos asistiendo a la difusión de un capitalismo globalmente desorganizado, donde no existe ningún poder hegemónico ni ningún régimen internacional, ya de tipo económico ya político. |
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