El choque de la globalización: Un debate que llega con retraso

El Debate sobre la globalización llega y sacude con retraso a la opinión pública. En Gran Bretaña, por ejemplo, hace más de diez años que se debate animada y productivamente en torno a este importante término en el seno de todos los partidos políticos, emulados al respecto por economistas, sociólogos, politólogos e historiadores. También está siendo importante el choque de la globalización en Alemania y los países escandinavos. Ni que hablar del impacto de la globalización en América Latina o África donde el debate de ideas es mucho más reciente.

Una de las razones es porque, en la opinión dominante, la globalización se relaciona unilateralmente ante todo con la supresión de puestos de trabajo dentro de los países con sueldos más bajos; y esto en una época en la que la sociedad, a pesar del mayor crecimiento económico y de los vertiginosos beneficios obtenidos por las multinacionales, está registrando un desempleo a gran escala.

En primer lugar, se están viendo particularmente afectados y amenazados los Estados y sociedades con una autoconciencia primordialmente económica “el nacionalismo o la nación exportadora” por parte de una globalización del mercado mundial que viene presuntamente de fuera.

En segundo lugar, hay algunos Estados asistenciales, como Francia y Alemania, que, a diferencia de EE.UU. y Gran Bretaña, pertenecen al grupo de los que salen perjudicados con la globalización, atrapados como se ven en medio de la disyuntiva de la política social en una época de globalización económica: el desarrollo económico se esconde del control del Estado Nacional mientras, por otra parte, sus consecuencias sociales paro, migración, pobreza se ceban en las arcas del Estado asistencial nacional.

En tercer lugar, la globalización zarandea la imagen de espacio homogéneo, cerrado, estanco y nacional estatal que tiene de sí mismo un país que ostenta el nombre de República Federal en sus fundamentos constitucionales. En cambio, en Gran Bretaña, que era un imperio mundial, la globalización aparece como un bonito recuerdo de éste. Todo esto ha salido a la luz a raíz del debate acerca de la globalización, pues ésta significa, como se ha dicho, ante todo una cosa: desnacionalización, es decir, erosión pero también posible transformación del Estado Nacional en un Estado transnacional. La posibilidad de que surjan “Estados transnacionales” como respuesta a la globalización, con lo que esto supone en los planos económicos, militar, político y cultural, deberán ser hipótesis de trabajo.



La nueva situación social surgida a nivel mundial, en la que, por ejemplo, la idea de productos, empresas, tecnologías, industrias (e incluso asociaciones deportivas) “nacionales” se vuelve cada vez más ficticia, exige forzosamente, pena de hundimiento económico, político y cultural, unas miradas más amplias para la era global, sus posibilidades, ideologías, paradojas e histerias. Pero, fundamentalmente, para el nuevo juego de poder al que todos, unos más que otros estamos llamados ineluctablemente. O, formulado de otra manera, la globalidad es una condición impostergable de la actividad humana de este siglo.




Por lo cual, deben reformularse los fundamentos de la primera modernidad.

  • ¿Qué significa la tolerancia?
  • ¿Qué implican los derechos humanos, que se supone deben valer para todos, con respeto a las distintas culturas?
  • ¿Quién garantiza los derechos humanos en el mundo del post Estado Nacional?
  • ¿Cómo se puede salvar, o reformar, la seguridad social, que hasta ahora se ha concebido desde el punto de vista del Estado Nacional asistencial, habida cuenta de la pobreza global cada vez mayor y del trabajo asalariado en progresiva disminución?
  • ¿Estallarán nuevas guerras de religión cuando se erosionen los Estados Nacionales, guerras agravadas por las catástrofes ecológicas?
  • ¿O nos estamos dirigiendo a un mundo sin violencia, que, tras el triunfo del mercado mundial, vivirá en un clima de paz?  ¿Estamos tal vez incluso en el umbral de una segunda Ilustración?

Tales son las preguntas, que como vemos afectan a la sustancia misma de la civilización, planteadas a propósito de la globalización, sin que nadie sepa, ni pueda saber, cómo se pueden contestar por encima de las tumbas de pobres y ricos, etnias, continentes o religiones, con sus respectivas historias violentas e inextricables.

 
 
 
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